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Querido Lluís.

Dentro de pocos días te tocará sentarte en el “banquillo de los acusados”, y espero que quienes te acusan y que quienes te han de juzgar, estén dispuestos a escucharte y a conocer la verdad de aquellos hechos desafortunados del 9 de diciembre del 2006, una fecha que quedará tristemente guardada en tus recuerdos y que de forma inesperada te cambió la vida.
Me gustaría que todos jugaran limpio y que la verdad y la justicia, -¡y solo ellas!- sean las protagonistas del juicio y de la sentencia; y que los intereses económicos no sean el móvil de nadie que pretenda sacar partido de esta desgracia. Espero que el juicio acabe dándote una merecida tregua después de tantos años de sufrimiento injusto. Porque, no nos engañemos, todo esto se hizo grande y duró tanto tiempo por intereses ajenos a ti y a los hechos en sí: ¡esto es una realidad que clama al cielo y a la tierra !
Los que te conocemos, Lluís, sabemos muy bien que eres una persona transparente y sobretodo muy leal; que en ti no hay dobleces, y que tienes un corazón de dimensiones insospechadas. Tienes tan buena fe, que fácilmente te pones en el sitio del otro, y siempre estás dispuesto a ayudar, acompañar, escuchar, y hasta a llorar con los que lloran y sufrir con los que sufren. Siempre estás a punto para buscar solución a los problemas y para echar una mano allá donde alguien te necesite. Ese, el Lluís generoso y amigo, el Lluís cercano y disponible, ese eres tú: El Lluís de Navàs.
A pesar de todo, sé que confías en la justicia, seguramente porque tú eres un hombre justo, y por eso te enfrentas a este trago amargo con entereza, confianza y con el deseo sincero de explicarte y de defenderte ante quienes no saben realmente qué pasó y cómo estabas tú aquella noche y aquellos días.
No podemos olvidar que profesionales del delito llevaban días operando en las inmediaciones de tu casa, habiendo conseguido generar en los vecinos y en la ciudadanía una constante sensación de inseguridad, ansiedad y sobresalto. Era una situación de angustia, una pesadilla que a ti, como a todos, afectaba.
Estos años no han sido fáciles para ti, pero con ilusión y constancia supiste ir superando las dificultades. Olvidándote de ti y de tu angustia, te dedicaste por entero a tu familia y a trabajar por las personas, promoviendo una sociedad más justa donde haya oportunidades para todos. Nunca te vi en este trabajo, con los más desfavorecidos, hacer acepción de personas o discriminación alguna a causa del origen, raza o religión de nadie, porque tú amas la vida y la respetas cuidando al detalle el trato con las personas. Y por eso te duele en el alma lo ocurrido aquella noche fría y oscura.
Contaste hasta doce los robos y asaltos –incluso con violencia y a punta de pistola algunos- a tu familia de Navás, hasta el punto que se vieron obligados a cerrar el negocio con el que honradamente se ganaban la vida. Todo esto sin contar el acoso sistemático de los ladrones que no dieron tregua a tu familia política. Sin duda cada episodio reabría en ti la herida y lejos de rebelarte y hundirte, sacaste fuerzas para animar a los otros, para estar al lado de ellos y darles seguridad y apoyo.
En realidad Lluís, hace cuatro años y medio, tú fuiste víctima de un cúmulo de circunstancias desgraciadas que fueron generando en ti miedo, inseguridad, impotencia y desesperación. De repente te viste expuesto y sin protección alguna, ante unos delincuentes, que bien sabías tenían controlados de forma milimétrica los movimientos de tu familia a la que desde hacía tiempo espiaban y seguían de cerca. Eso generó en ti desazón, angustia, impotencia y miedo. ¡Mucho miedo! Una situación que te llevó a causar una muerte que nunca hubieras querido causar. Recuerdo que en una oportunidad un hombre nos paró en la calle, y reconociéndote te dijo: “-Lluís, te felicito. Pero déjame que te diga que te quedaste corto. Tenías que haber matado a los dos y descargarles todas las balas”. Tu respuesta fue inmediata y el rostro se te mudó de tristeza. Le dijiste:“ No. Yo no hubiera querido matar a nadie. Fue una desgracia.”
Hoy, sólo quiero decirte que me siento afortunada de ser contada entre tus amigos, y mucho más de que juntos estemos “construyendo” un proyecto humanizador a favor de las personas. Corren tiempos recios y tenemos mucho trabajo que realizar junto a la gran familia de los voluntarios de la Fundación. Esa Fundación que juntos creamos y que se ha convertido en una fuente de esperanza para aquellos a los que la sociedad ha expulsado del sistema y por los que juntos trabajamos codo a codo.
Tienes muchos y buenos amigos que ganaste con tu gran capacidad de empatía, con tu sencillez y sinceridad. Eres un buen amigo que lleva la alegría y la fiesta en el corazón. Por eso, Lluís, todos estamos contigo y hacemos nuestra tu defensa, y decimos claro y alto para quienes quieran escuchar: “Todos somos Lluís Corominas”. Tu causa es nuestra causa, y con confianza esperamos que la justicia hable y que la verdad brille, porque no puede ser de otra manera.
Gracias amigo por habernos enseñado tantas cosas y por enseñarnos cada día a superar las situaciones adversas entregándonos a las personas y trabajando por un mundo mejor.
Sor Lucía Caram O.P.
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