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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
Una vez más se está confundiendo pretexto con causa. El reciente atentado al semanario humorístico parisino Charlie Hebdo, con asesinatos incluidos, ha generado una conflagración de grandes proporciones y de consecuencias aún imprevisibles. La primera reacción de la opinión publicada ha sido defender sin paliativos la libertad de expresión como un valor irrenunciable. El ataque terrorista ha justificado su actuación al considerarla como una réplica a las portadas del semanario ofensivas contra el islam. ¿Éste es el pretexto o es la causa?
El 12 de septiembre de 2006, el papa Benedicto XVI regresó a la universidad de Ratisbona (Alemania), donde había ejercicido de profesor, para pronunciar un discurso. El título: Fe, razón y la universidad: memorias y reflexiones. Su lección magistral, profunda y rigurosa. En ella afirmó que «no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios». Excluye las conversiones forzadas y el uso de la violencia. Cita unas palabras del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, que se expresa sobre Mahoma «con una brusquedad que nos sorprende, brusquedad que para nosotros resulta inaceptable», pero que clarifica la visión sobre el tema. No obstante, hubo protestas, algún templo incendiado y el asesinato de una monja en Somalia. ¿Pretexto o causa?
En el contraste de estos dos hechos puede observarse que algunos sectores que hoy defienden la libertad de expresión no aplicaron el mismo criterio en los sucesos de Ratisbona. Incoherencia a la vista. Si defiendes a los humoristas por expresarse libremente y atacas a Benedicto XVI diciendo que no debería haberse expresado así, algo falla.
El pretexto utiliza los hechos para reforzar las posturas propias o para buscar los propios intereses. No hay un criterio objetivo, sino un uso estratégico. Quienes ahora defienden la libertad de expresión en Charlie Hebdo y silenciaron sus voces ante las exigencias recientes de cambiar de portada a un semanario humorístico de nuestro país con motivo de la transición monárquica, ¿qué pasa? El debate sobre la libertad de expresión, sobre las características de las ofensas, sobre sus límites y consecuencias o sobre su valor absoluto resulta interesante. Pero en estos casos, hablamos de pretextos.
La causa apunta al poder. Juan Pablo II fue muy lúcido cuando se opuso a la guerra de Irak. Lo pagó caro porque los dossiers empezaron a funcionar para dinamitar su autoridad. El pretexto enciende a las masas. La causa apunta al problema y, por tanto, a los caminos de solución. Benedicto XVI pudo reconducir la situación y estrechó los lazos de amistad con el islam. El riesgo ahora es buscar la vía de salida en la polarización. Quienes ignoren que la línea de separación entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada persona sin crear dos bandos opuestos carecen de habilidad para pilotar el diálogo y la concordia. Humildad, lucidez y firmeza.
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