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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La pregunta de Pilatos frente a Jesús resuena a lo largo de los siglos: «¿Qué es la verdad?». Poco después de formularla, tras reconocer la inocencia de Jesús, el procurador romano autoriza su crucifixión. La pregunta hoy sigue vigente. Cuando leemos una noticia, vemos un reportaje en la televisión, escuchamos un programa de radio, entramos en las redes sociales… casi siempre nos preguntamos sobre la verdad. ¿Se trata de una mentira, de una difamación, de una fake news, de un engaño…? Los inmensos recursos tecnológicos de que disponemos nos permiten atribuir erróneamente un audio a un personaje famoso, unas imágenes comprometidas… La verdad, según las resonancias etimológicas griegas, implica desvelar lo que se oculta para que aparezca tal cual es. No obstante, hoy la verdad está envuelta con tantos velos, que parece un milagro dar con ella. ¡Tan difícil como encontrar una aguja en un pajar!

Ryszard Kapuściński, el gran maestro de periodistas, destaca tres modos sucesivos de concebir la información. El primero se centra en la búsqueda de la verdad, en lo que sucede realmente, y en informar a la gente para intentar orientar a la opinión pública. El segundo, la información se trata como un instrumento de lucha política. Por esto, los partidos y las fuerzas políticas la utilizan para sus propios intereses. El objetivo de la información ya no busca la verdad sino ganar espacio y vencer al enemigo en particular. El tercero no considera importante ni la verdad ni la lucha política, lo que cuenta es el espectáculo, que se convierte en algo que se puede vender y generar dinero. La información ha empezado a «rendir» y a rendir a gran velocidad. Kapuściński expresó estos pensamientos, que aquí sintetizo, en un Congreso celebrado en Capodarco di Fermo (Apulia, Italia) el 27 de noviembre de 1999, dentro de un encuentro moderado por Maria Nadotti. Afirmaciones realizadas hace 24 años, que actualmente adquieren aun mayor relevancia.

Desmentir resulta una tarea prácticamente inútil. Vivir de espaldas a la verdad, a la sinceridad, a la confianza… implica adentrarse en arenas movedizas que nos engullen y descolocan. Queda un último reducto, que hay que conservar como espacio inviolable: la conciencia. Al menos, ser capaces de no mentirse a sí mismo, que es el primer paso en el camino a la verdad, aunque el ego intente oscurecerla. Pilatos se lava las manos ante la injusta condena a muerte de un inocente, pero no puede lavarse la conciencia. Jesús había respondido a la pregunta sobre ¿qué es la verdad? tiempo antes al proclamar que Él era la verdad. Cuando alguien «es» verdad no miente, ni engaña ni encuentra motivo de lavarse las manos.

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