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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar que entre en valoraciones políticas de una decisión que es claramente personal del papa Francisco. Ciertamente, es muy peligroso hacer interpretaciones sobre los motivos del papa para incluir Juan José Omella en el miniconsistori de este domingo . Hay que cogerlas con pinzas. En cualquier caso, la clave de este nombramiento se debería hacer desde una perspectiva más eclesial de la situación de la Iglesia en España que en clave "procesista" catalana.

¿Cuál es uno de los objetivos del papa? Dar un giro al episcopado hacia posiciones más abiertas al mundo y sensibles a la realidad social que les rodea y con una iglesia más madre que suegra. Y esto en el episcopado español actual, heredero de una larga etapa liderada por Rouco y Suquía, y con el nuncio Fratini que aún tenemos, el Papa ve que aún no se transita por suficientemente por este camino. Ya para entender el nombramiento de Osoro en Madrid y Omella en Barcelona, hay que ver que la clave de Francisco es esta: cómo dar un giro al episcopado español. Y Omella tuvo más padrinos entre las voces españolas que escucha el Papa para llegar a Barcelona.

Ahora, después de unas elecciones en la Conferencia Episcopal Española en las que los votos de los obispos no emprendió ninguna gran renovación, el Papa ha emitido su voto. Hace pocos meses con el cardenalato a Osoro y ahora a Omella.

Esta clave también es más comprensible cuando se mira a los otros cardenales elegidos: un discípulo del beato Óscar Romero de la martirizada Latinoamérica; un obispo sueco en medio de un país mayoritariamente protestante; un promotor de la paz en Mali, devastado por la guerra y por los terroristas radicales islámicos; y la mirada hacia la Asia más empobrecida con la elección de Laos. Son nombramientos de geopolítica global, en lugares en los que esta en juego la paz y la estabilidad mundial. La única excepción es precisamente Barcelona.

En este contexto, sería mucho suponer que el nombramiento del papa tiene alguna remota lectura sobre el momento político que vive Cataluña.

Cierto es que, si algo tiene Omella, es que no está ni a favor ni en contra del proceso. Apoya la tradicional doctrina de los obispos catalanes que reconoce la nacionalidad catalana y la legitimidad de sus aspiraciones. Y habla de diálogo y de entendimiento -desde las dos partes- para solucionar el conflicto; mensaje lógico para un eclesiástico que cree que la Iglesia no debe concretar más.

El mensaje del Papa es al mundo y, en nuestro caso, a las mitras españolas. No creo que haya más película, sobre todo porque es un nombramiento muy personal del papa. Es otra agenda. No es un nombramiento de Secretaría de Estado, que sí tiene en la agenda el tema catalán. Tema en el que la Santa Sede escucha a todo el mundo y se limita a esperar.

El resultado final es que tenemos un nuevo cardenal catalán y que seguramente nunca un arzobispo de Barcelona había tenido una relación tan directa con el papa. Esta es la buena noticia para los catalanes.

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