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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Nueva York marca el ritmo. La prensa se ha hecho eco de la demanda de esta ciudad a cinco empresas de redes sociales por promover una crisis en la salud mental de los jóvenes. A partir de esta noticia, RAC1 entrevistó a Francisco Villar, coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona. Intervención breve, pero impactante. El titular: «Sería formidable que Barcelona siguiera los pasos de Nueva York contra las redes sociales». No obstante, me centro en una reflexión suya que considero de gran interés e importancia: «Los niños, los niños y los adolescentes tienen un tiempo limitado, y este tiempo lo necesitan para desarrollar sus herramientas para afrontar la vida. A los muchachos no les pasa nada por hecho de que no tengan recursos, porque están programados para conseguirlos. Entonces, esa interrupción del tiempo que está como robado en sus procesos naturales, de crecer, de desarrollarse, de poder establecer herramientas para enfrentarse la vida, todo esto está limitado porque utilizan el tiempo o son absorbidos por el tiempo en estas situaciones.» En resumen, la afectación del tiempo que les falta para hacer las cosas que sí son saludables.

Martin Heidegger escribió una obra filosófica de enorme importancia, titulada Ser y tiempo, publicada en 1927. La relación de estas dos palabras, referidas a la persona, presenta profundas conexiones. El ser requiere tiempo para su desarrollo. El problema en los niños y adolescentes frente al móvil, secuestrada su atención por las imágenes ininterrumpidas que aparecen en la pantalla, ocupa horas y horas de su jornada. Se trata de una adicción enfermiza, alimentada por los algoritmos, que les proporcionan de manera ininterrumpida imágenes i más imágenes que llenan la pantalla del móvil. Mientras, el tiempo transcurre sin darse cuenta. Las empresas convierten a los niños y a los adolescentes en peones de producción que generan grandes intereses económicos. La Agencia de Salud Pública de Barcelona realizó un estudio en 2021 según el cual los adolescentes de la ciudad pasan casi ocho horas cada día delante de las pantallas. Este cómputo horario se incrementa en unas tres horas en los fines de semana. Sumando las horas de comer, dormir, ir al colegio y contemplar la pantalla de su móvil, ¿cuánto tiempo le queda a un adolescente para lo demás? Tanto tiempo dedicado a consumir se sustrae del tiempo de ser persona. La salud mental está en juego y, a veces, no es de extrañar que acabe en una conducta suicida.

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