Pasar al contenido principal
Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

¿Por qué la fiesta de Navidad se celebra siempre el 25 de diciembre y, por el contrario, la fiesta de Pascua tiene lugar cada año en un día distinto? ¿A qué se debe? En el calendario anual se reflejan dos ritmos distintos: el ritmo solar, que se regula por la permanencia, y el ritmo lunar, que obedece al cambio. La fecha de Pascua se ajusta a la primera luna llena después del equinoccio de primavera. El ritmo de sol y de la luna se entrecruzan en el calendario, del mismo modo que juegan su partida en la biografía de cada persona. El desafío es armonizarlo. La tentación, suprimir uno de los dos astros, que conduciría a la pérdida de ritmo vital. No es extraño que las civilizaciones mesoamericanas construyeran en Teotihuacán las Pirámides del Sol y de la Luna o que los incas consideraran la cuna de los dioses a dos islas del Lago Titicaca que denominaron del Sol y de la Luna. En el relato de la creación, perteneciente a la fuente P y recogido en el Génesis (1,14-18), Dios crea en el cuarto día dos luceros para separar el día de la noche, para señalar las festividades, los días y los años, para que alumbren la tierra. El sol ilumina el día y la luna, la noche. De este modo separan la luz de las tinieblas. Los dos astros juntos generan un ritmo de magia e inspiración. Separados, se abocan a un monocolor insoportable.

La filosofía griega presocrática tiene, entre otros, dos autores relevantes: Parménides y Heráclito. El primero defiende la unidad y la permanencia. El segundo, el fluir y el cambio. En la vida de cada persona, así como ocurre en la naturaleza, estas dos aportaciones tienen su papel insustituible. Si lo permanente se torna fugaz y transitorio, se pierde consistencia. Sin solidez, todo se reduce a líquido y gaseoso. Por otra parte, sin cambio se aboca a la rigidez, a la inflexibilidad y a la falta de innovación. Sol y luna, cada astro con su función, construyen un diálogo fecundo de luces y sombras, de oro y de plata, de esqueleto y de musculatura. En la vida de fe, en la vida espiritual, el ritmo de los dos astros tiene vigencia. Basta recordar las palabras de Jesús: «Yo soy la luz del mundo». No obstante, los místicos saben que, para abrirse a su resplandor, a menudo, acaso siempre, hay que pasar por la Noche oscura del alma, como escribe san Juan de la Cruz.

Grupos

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.