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Después del gesto profético en el templo, sacerdotes y notables exigen a Jesús una señal, la respuesta es la negativa, seguida de tres parábolas; la tercera es la que leemos hoy (23,1-14) y representa una ampliación de lo que Jesús ha dicho: "El Reino se os quitará y se dará a un pueblo que produzca sus frutos" (21,43). Con una lectura atenta de la parábola se puede observar que hay un número considerable de detalles incongruentes. Es raro que un rey tenga que hacer más de una invitación al banquete de las bodas de su hijo (vv.3-4), no es normal un rechazo generalizado (vv.3-5), que no quieran ir al banquete puede pasar, pero que maten los sirvientes … (v.6), el castigo de la destrucción de la ciudad parece excesivo (v.7), como puede ser que se conserven los preparativos y se celebren las bodas en una ciudad incendiada? (V8), la invitación a unos invitados de rara procedencia (v.9) y la exclusión del invitado que no lleva el traje de boda (v.11). Todas estas incongruencias nos llevan a pensar que la parábola debe entenderse en un sentido simbólico y no histórico.

La parábola muestra a un rey (Dios) que tiene un hijo (Jesús) y envía sirvientes (los profetas) varias veces (historia de Israel y tiempo de la predicación de Jesús) a los invitados (dirigentes religiosos) a un banquete (el hora decisiva). Matan a los profetas (muerte de Jesús), la ciudad es castigada (destrucción de Jerusalén los romanos). Otros sirvientes (los discípulos) buscan nuevos invitados (nueva comunidad formada por judíos y paganos).

De todas las incongruencias la que llama más la atención es la del invitado que no lleva el traje de boda. El rey entra en la sala del banquete para ver a sus invitados y descubre que uno no lleva el traje de boda. Esta observación incomoda a los lectores. Los invitados son pobres y han venido de los cruces de los caminos y con prisas lo cual hace casi imposible que hayan podido obtener el vestido para la fiesta. De la narración se deduce que, sin embargo, los demás lo han conseguido y sólo uno no lleva el traje adecuado.

El rey se le dirige amablemente y le dice amigo, como el dueño de la parábola de los trabajadores contratados (20,13) o como Jesús se dirige a Judas en el momento de la detención (26,50). El rey está dispuesto a un trato cordial que contrasta con el frío silencio del invitado sin traje de boda.

No se dice que el invitado haya hecho nada malo, de lo contrario, si el rey no quería malos en el banquete sólo le hacía falta dar la orden de invitar sólo a los buenos. El invitado calla ante la pregunta del rey. Podía haber esgrimido que era pobre o que no tuvo tiempo suficiente para procurarse un vestido, pero de poco le sirve el argumento porque el resto de invitados sí llevan el traje de boda.

El invitado podía haberse preparado para la boda al igual que los otros, pero no lo ha hecho. Su descuido demuestra el desinterés por la celebración de la boda. Qué hace allí si no es para aprovechar la oportunidad de comer gratis? Tiene toda la pinta de un aprovechado egoísta. No tiene ningún interés por la fiesta y el rey lo hecha fuera. La fiesta es para los que manifiestan claramente la disponibilidad de compartir la alegría del rey. El vestido de boda es asequible para todos, no hay requisitos previos, sólo se pide la actitud de compartir la alegría del dueño y señor que da y regala. El castigo exagerado es el toque de atención para los oyentes a fin de que se den cuenta de la seriedad de la decisión y es la manera de valorar la importancia que tiene la actitud positiva de los que participan en la fiesta.

La sala se llenó, éste era el objetivo del rey, pero una sala llena de gente sin el traje de la fiesta no serviría de gran cosa. No todo se acaba con la presencia física.

Domingo 28 durante el año. 15 de Octubre de 2017

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