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Pepe Rodado, l'últim capellà obrer de Catalunya
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AINA ARGUETA -CR El Concilio Vaticano II reconoció una forma de vivir el Ministerio distinta de la establecida: la posibilidad de ser cura obrero. Un sacerdote, que está ordenado, pero que elige trabajar en un trabajo manual para relacionarse con la vivencia del pueblo de forma directa. Hablamos con  Pepe Rodado, el último cura obrero en activo de Cataluña, quien es consiliario general de la Acción Obrera Católica (ACO), miembro de la Asociación de Sacerdotes del Prado y cura acompañante de diversos movimientos de la Pastoral Obrera de Cataluña (POC). 

¿Eres camarero?

Sí. Trabajo de camarero en Joaquim Blume. Es una residencia de jóvenes deportistas de la Generalitat. Antes era por gente que iba a las Olimpiadas, pero en el 92 crearon el CAR de Sant Cugat, que ya es donde está la gente que iba a las olimpiadas y los profesionales y dejaron la Blume por deportistas que están en etapa de formación . Yo te trabajo de camarero en el comedor, llevamos la lavandería y también hacemos una parte de la limpieza de la cocina. Mi contrato es de camarero en el comedor.

Pero también eres cura. ¿Cómo sentiste la vocación de sacerdote?

Cuando yo vivía en mi pueblo, hubo un primer intento, pero nada. Entonces, cuando vine a vivir a Sabadell, enseguida empecé a jugar al fútbol y ya dejé de ir a misa. Empecé a trabajar con diecisiete años y redescubrí toda la cuestión del movimiento obrero. Era un momento en que hubo la reconversión del textil, se cerraron muchas fábricas en todas partes de Sabadell y participé en movilizaciones muy importantes. 

Y, al mismo tiempo, salió también la inquietud, que yo tenía desde pequeño, por la fe en Jesús. Contacté con la parroquia de Badia del Vallès y justamente, en ese momento, empezaba Enric Enguix, un cura pradosiano, con los grupos de jóvenes. Después con Gregori Manso empezaron a hacer la JOBAC. Aquello fue lo que ató ambas cosas: la inquietud de hacer, pero vinculada también al movimiento popular, el movimiento de la vida, del hombre obrero.

En ese momento, Enric un día me propuso: "¿Tú no te has planteado nunca ser cura?". Y le contesté: "Estás sonado". Pero esa pregunta se me quedó resonando. Poco a poco la balanza se iba decantando hacia el sí.  Hasta que finalmente me decidí a dar ese paso y entré en el seminario.

"LA FIGURA DE CURA TRADICIONAL ES LA QUE ESTÁ EN JUEGO"

¿Tu formación en el Seminario cómo fue?

Siempre había tenido muy claro que la referencia siempre había sido de mi familia, la gente trabajadora. Desde el inicio, se me planteó también la posibilidad de realizar un proceso de formación en el seminario que vinculaba ambas cosas, es decir, la formación enfocada para vivir el ministerio en el mundo obrero. En ese momento existía el proyecto Enrutamiento Sacerdotal en el Mundo Obrero (ESMO) y se me facilitó. Yo tuve muchísima suerte porque venía de la fábrica, no tenía estudios y tuve que estar en el seminario, en Les Corts, para recuperar la cuestión de los estudios. Después, vinimos aquí a Torre Baró con mi compañero Fermí y empezamos la formación propiamente del seminario. Trabajamos por la mañana, estudiábamos por la tarde y vivivíamos en Torre Baró, a media montaña. Por tanto, fue una formación adaptada que permitía no desvincularnos del trabajo.

¿Tenías referentes?

Sí. Empezamos Fermí y yo, pero, antes que nosotros, lo habían hecho otros. Luego se añadió Rafa Marotto, y después  Miquel Cubero, que fue el último que hizo este plan. Cuando él acabó coincidió en que ya no había ninguna persona que estuviera interesada en ese proceso y como en ese momento los que eran superiores al Seminario no acababan de ver claro, se cerró. Irónicamente, cuando lo cerraron, había otras personas que estaban interesadas en ese proceso, pero ya no les dieron la posibilidad.

¿Qué es ser cura obrero?

Existen unas líneas fundamentales inspiradas en la Teología de la Encarnación, de Jesús, que es el hombre, que comparte la vida con todos. Hacer vida sencilla, de pueblo, como uno más. Ésta era la concepción de los curas obreros, que surgieron en Francia, a principios de los años 40, después fueron prohibidos, y después fueron de nuevo readmitidos en el Concilio Vaticano II. En ese momento aquí en España tuvimos un fuerte crecimiento del concepto de cura, no como ser alejado del pueblo y por encima, sino al contrario, compartiendo la propia vida, desde esta encarnación, la Teología de la Encarnación y la espiritualidad de Encarnación. 

Éste es el gran rasgo, situarnos rechazando lo que pueda sonar privilegio, diferencia, separación. Sirviendo dentro del Pueblo de Dios, como uno más porque compartimos las mismas condiciones de vida. Y por eso, el  trabajo manual es importante para el mundo obrero, pero también vivir en determinados barrios, y hacerlo nosotros todo. La compra, limpieza, pagar el piso o el alquiler, sobre todo. Como un trabajador más, ¿no?

YO HABRÍA ESPERADO QUE MI OBISPO ALGUNA VEZ ME HUBIERA DICHO: “ESCÚCHAME, ¿CÓMO VA ESTO, QUÉ TAL, CÓMO LO VIVES?”. NADIE ME HA PREGUNTADO NADA.

El concepto de obrero antes era mucho más acotado al trabajo manual. ¿Los sacerdotes que también son quizás profesores de la universidad o periodistas serían curas obreros?

Esto es ya una cuestión debatida. Por un lado, es necesario tener en cuenta la evolución que ha tenido todo el mundo del trabajo, que ha sido muy grande, evidentemente. Es decir, todavía hay mucha gente que piensa que el mundo del trabajo, que es muy obrero, es el trabajo al que vas con rana, casco y está en una fábrica. Y es una parte que siguen existiendo, pero hay mucha más variedad. Sobre todo en nuestro país, el trabajo se ha desarrollado en todo tipo de servicios.

Pero en ese momento, el mundo del trabajo siempre, sobre todo, tenía de específico que fueran trabajos que estuvieran arraigados también a la gente sencilla. Y, por tanto, era el trabajo manual. Entonces, durante mucho tiempo, todo lo que era el trabajo más como intelectual pues quedaba algo fuera de eso. No se entendía como trabajo, como cura obrero. No sólo para dedicarte al trabajo eres cura obrero, sino que debe ir acompañado también al vivir en determinadas condiciones de gente sencilla.

Por ejemplo, yo cuando decidí trabajar, yo descartaba las posibilidades de educador que surgieron porque yo quería estar en relación horizontal con la gente. Y, por tanto, lo hice al principio, luego lo dejé por una cuestión de salud laboral y el médico me dijo que no podía hacer estos según qué compras. Y después, en contacto con la gente migrante precisamente en Bon Pastor es cuando me volvió a hacer sentir la necesidad de volver al mundo del trabajo para compartir una concepción del trabajo, que la gente de aquí parecía haber perdido. Y fue a partir de decir que el trabajo es esencial para las personas, no es algo para conseguir otra, sino que el trabajo es para vivir, cuando me lo replanteé y le pedí al obispo que me dejara volver al trabajo manual y dejar la parroquia.

¿Cómo estuvo la experiencia de encontrar trabajo?

En todo el proceso, buscaba unos trabajos determinados. Hice un curso de ayudante de cocina del paro y empecé a trabajar de ayudante de cocina. Hice unos años y después salió éste de camarero. Buscaba trabajos un poco de ese tipo, que me permita estar con un tipo de gente sin calificación.

Ahora lo dejas.

Sí. Esta semana quizá sea la última. Me he pedido una excedencia de dos años para poder dedicarme en este momento más a ACO y hacerme más presente en las entidades asociativas de mi barrio, otra cosa que va muy vinculada a la presencia de los curas obreros que tradicionalmente, se han vinculado, aparte del trabajo, al lugar de vivir. 

La dedicación a ACO como responsable es importante porque ahora me veo muy limitado, no puedo hacer muchas cosas y creo que es un triste servicio al movimiento. Ahora quiero hacer esto y, por otra parte, permitirme tener más tiempo para dedicarme a estar más presente en la vida del barrio, en la vida organizada. Éste es algo que querría aprovechar ahora.

"CADA VEZ TIENE MÁS SENTIDO SER CURA OBRERO"

¿Es un reflejo de cómo la vida del trabajador muchas veces no deja que se organice?

Exactamente. Creo que es importante porque los barrios que siempre han marcado mucho la vida de las personas, como símbolo de identidad. Hay gente que vive en nuestro hogar individualmente y quiero colaborar con la gente que quiere rehacer este tejido comunitario en los barrios.

¿Eres el último cura obrero?

De mis compañeros no queda nadie. Fermín también estaba en los movimientos, pero se fue a Chile diez años y cuando volvió, no continuó en el mundo del trabajo. Y Rafa, que también trabajaba, no continuó y ha estado en las parroquias. Cuando yo quise volver, hablé con el obispo y no fue fácil que me dejara.

¿Cómo se vive tu figura dentro de la Iglesia?

Cuesta comprender por muchos compañeros esta opción. Hay muchos que dicen “si faltan curas por qué te dedicas a esto y no te dedicas a parroquias”. Es otro punto de vista. Pienso que es una forma de vivir el Ministerio, reconocida por el Concilio Vaticano II, y ahora, en este momento, la gran mayoría que lo han hecho ya están jubilados. 

No hay gente que venga detrás, de entrada, porque desconocen esta modalidad de ser cura. Hay algunos compañeros que han venido aquí al Arciprestazgo y cuando me han presentado y han explicado que trabajo, preguntaban: “¿Eso es posible?”. Lo ignoran. Hay un desconocimiento bastante notable y no se potencia tampoco.

Yo reivindico que es un enriquecimiento por el presbiterio. Por  desgracia, a mí nadie me dice nada. Simplemente vamos haciendo como algo allá marginal. Y es una lástima. Yo, por ejemplo, habría esperado que mi obispo alguna vez me hubiera dicho: "Escúchame, cómo va esto, ¿qué tal, cómo lo vives?". Nada. Estuvimos tres años para que me diera permiso para hacerlo. Pero después nadie me ha preguntado nada. Yo lo vivo como algo de Iglesia porque soy parte del presbiterio, por tanto, es realmente válida.

¿Crees que ser cura obrero es cosa del pasado?

Yo creo que cada vez tiene más sentido serlo. Primero, los curas no podremos vivir para siempre como lo hacemos ahora. Nos deberíamos ir desvinculando en materia económica del Estado para tener autonomía para hacer lo que creemos. La Iglesia se va haciendo más pequeña y deberíamos poder vivir de nuestro trabajo.  Sin negar que pueda haber compañeros, que puedan estar liberados para realizar una tarea específica. Pero no fuera la norma general, sino lo contrario.

"MUCHAS  VECES NO HEMOS SABIDO CONECTAR LA VIVENCIA DE LA FE CON ESTA REALIDAD QUE VIVE LA GENTE"

¿La falta de referentes y de nuevas incorporaciones al presbiterio contribuyen a que esta opción no esté contemplada por los seminaristas?

Yo creo que es la figura de cura que está en juego, también. Ser cura obrero  es una aportación muy positiva para la Iglesia que está por venir. Creo que es mucho más de futuro que la figura de cura tradicional. Las decisiones las deben tomar las comunidades y el cura con un papel más de consejero. Creo que debe motivarse la formación, el diálogo con la gente, pero no de las responsabilidades. Debe ser una comunidad de una forma más sinodal, lo que ahora se habla. Esto es lo que hacemos los movimientos y en las parroquias no tanto.

En las parroquias, el cura tradicionalmente lo hacía todo. Y, por tanto, no se ha educado a la gente a tener esa formación y esa capacidad. Las comunidades deben ser autónomas para tomar decisiones. Falta  gente adulta, que sea capaz de hacer las cosas, plantear los problemas, las situaciones, dentro de muchas comunidades.

Las nuevas generaciones de seminaristas beben de una corriente más conservadora.

En un mundo tan difuso, donde nunca tienes las cosas claras, que la Iglesia se mantenga igual da seguridad. Saber qué debemos hacer como curas y que debe hacer la gente. Pero es un momento de cambio en el mundo y también de la Iglesia, porque como parte del mundo. Descubrir la fe como un camino de libertad y, por tanto, de seguridad es una provocación de la responsabilidad. Y esto es mucho más incómodo que tener las cosas bien claras. Aquí el modelo de cura, el modelo de Iglesia que hay en el juego, es muy importante y pesa mucho. Hay gente que quiere recuperar a la Iglesia como lugar de influencia. Aquello no tiene futuro. Ser crítico es una cosa, ir a la contra es otra.  

¿La Iglesia se ha olvidado de la clase trabajadora?

Habría que desmontar esta idea. La inmensa mayoría de personas que forman parte de la Iglesia es gente trabajadora. Esto a veces lo perdemos de vista. Muchas  veces no hemos sabido conectar la vivencia de la fe con esa realidad que vive la gente. Y la fe que se ha dado era un poco la fe del culto, de la oración personal, de la articulación personal de Dios.

No se pudo conectar más que olvidar. Quienes han dirigido la pastoral tampoco lo han tenido demasiado en cuenta, seguro.  La fe debe ir enfocada en la gente que te rodea, por tu trabajo, tu escalera, allá donde estás. Y esto es algo que debe educarse, para ayudar a que la gente lo descubra. Y quizás esto, si no lo tienes, no puedes hacerlo.  Cada uno damos lo que tenemos. Si tienes otra percepción, es lo que haces, porque no hay mala voluntad.

¿Cómo crees que ser cura obrero te ha ayudado a transmitir la Palabra?

Yo estoy convencido de que a mí me han influido estas dos cosas: la experiencia del trabajo y la experiencia de consiliario de movimientos. Mi sentido de cómo configurar la parroquia está profundamente marcado por eso. Y en línea con esto que dice el Papa de salir fuera, ir a buscar a la gente que viene y que no viene a misa, establecer relaciones...  Esta es la teología del mundo que bebe del mismo, esta Teología de la Encarnación. Debemos presentarnos al mundo para que la gente se sienta reconocida, amada, valorada... De hecho, esto es lo que hace Dios en Jesús y lo que nos invita hacer a nosotros. Yo creo que marca la forma de hacer también la parroquia. Es inseparable para mí.

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