Pasar al contenido principal
Catalunya Religió
george-sabe-maristes.00
George Sabé, germà marista, en una videotrucada des de Síria, dos mesos després dels terratrèmols.

Roger Vilaclara –CR Han pasado 60 días desde que un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter y miles de réplicas sacudieron a Siria y Turquía. El primero fue la madrugada del 6 de febrero y dejó más de 55.000 víctimas mortales. Dos meses después, pese a que los medios hayan dejado de hablar de ello, la situación dramática continúa. Y en medio de la desesperación llega la Pascua. "En Siria la intentaremos vivir como hemos hecho siempre", explica el hermano marista George Sabé. Hemos podido hablar con él a través de una videollamada desde Alepo, su ciudad natal. Y pese a la tristeza, asegura que el terremoto "también ha traído el regalo de Dios: el amor de las personas".

Pese a la crisis humanitaria del país, los maristas de Siria quieren vivir la celebración de Pascua con plegarias, haciendo vida comunitaria y momentos personales y de reflexión. Éste es el gran reto de los cristianos de Siria: vivir la Pascua como un momento de esperanza y de luz. "Lo haremos posible", asegura Sabé.

Pero, ¿cómo vivir el relato de la Pasión, que pasa del sufrimiento a la luz, en una situación como ésta? "Necesitamos aceptar que lo que hemos vivido forma parte de la crucificación de Jesús, pero también de la esperanza de María", dice el marista. Explica que es necesario andar como Jesús: "Llevando la cruz, pero sin detenerse en el momento de sufrimiento". "Hay que seguir caminando", añade.

"DEBEMOS ACTUAR JUNTOS PORQUE LA COMUNIDAD DA FUERZAS Y TE PERMITE ACTUAR DE MANERA MÁS ABIERTA Y DINÁMICA"

Sabé acudió a la escuela marista de Alepo y cuenta que allí sintió su vocación. Para hacer el noviciado viajó hasta Balaguer, en el Monasterio de las Avellanas de los hermanos maristas. Allí conoce a Europa y, especialmente, a Cataluña. Tras su etapa en Las Avellanas, estuvo en Bélgica y, más tarde, en el Líbano. El provincial le nombró superior de la región de Líbano y Siria, pero en el 2012, con el inicio de la guerra en Siria, Sabé pidió regresar a su comunidad de Alepo. "Lo hice para poder ayudar y estar cerca de mi población", asegura.

“Si me preguntas cómo estoy yo; estoy cansado”. El hermano marista reconoce sentirse agotado por el acompañamiento a las víctimas de estos días. "Hay que escuchar a la gente, aportar esperanza a los jóvenes y a los niños, y acompañarles de una manera que les permita sentirse bien", dice. "Y todo esto hace que nosotros nos sintamos cansados ​​y que tengamos miedo de no poder acompañar a todas estas necesidades".

De todas las inquietudes y de todas las consecuencias que ha traído esta situación, Sabé destaca “la pérdida de sentido”. ¿Qué haré dentro de un año? ¿Qué ocurre si me quedo en Siria? ¿Quién puede asegurarme que mañana no habrá otro terremoto? Para el marista, éstas son "preguntas fuertes, que evidencian una pérdida de sentido y que no tienen respuesta". "El sentido del Evangelio nos invita a pedir el pan de cada día, pero también necesitamos organizarnos y planificar, aunque después lo dejamos todo en manos de Dios", concluye.

Sobre este futuro, el hermano marista explica que se trata de vivir el día a día: "No hay futuro". "Lo más importante es estar dispuesto a escuchar y responder a las necesidades". Habla de trabajar conjuntamente, como comunidad, para construir un futuro mejor: “Debemos actuar juntos porque la comunidad da fuerzas y te permite actuar de forma más abierta y dinámica”. "Lo estamos haciendo", asegura.

"ANTES DE ABRIR LAS PUERTAS, HABÍA QUE ABRIR EL CORAZÓN"

Los dos meses después del terremoto han sido, para el hermano marista, "la cresta de la desesperanza". "Es como si el desplazamiento de la población, la guerra a diferentes regiones o la pobreza crónica no fuera suficiente", dice. Y subraya la diferencia: “La guerra se concentraba en un lugar, en un barrio o en una ciudad; pero el terremoto ha llegado para romperlo todo y todo el mundo debe asumir sus consecuencias”.

La situación dramática en Siria no comienza en febrero del 2023 con el terremoto. En el país se vive una guerra civil desde el 2011. En Alepo el conflicto armado acabó en el 2020, pero enseguida llegó la pandemia de la Covid-19 que trajo unas graves consecuencias económicas. "Todo esto nos ha hecho ser aún más pobres, más necesitados, y nos ha convertido en una población que vive, mayoritariamente, bajo el nivel mínimo de vida digno", dice Sabé.

"EL TERREMOTO TIENE OTRO ROSTRO: LA SOLIDARIDAD ES UN REGALO Y UN DON DE DIOS"

Explica que desde el primer momento la Iglesia y las congregaciones religiosas abrieron las parroquias y sus casas para acoger a todos: "Lo hicimos sin distinción, sin preguntar, sin poner ningún impedimento". "Pero, antes de abrir las puertas, había que abrir el corazón", dice. Y es que, para George Sabé, acoger significa no pensar ni un segundo con los prejuicios o malos pensamientos. "La víctima es una persona humana y nosotros tenemos este deber", subraya.

Las congregaciones les ofrecieron todo lo que pudieron: comida, lugares donde dormir, mantas o ratos de paz y tranquilidad. Una ayuda que se sumó a la de mezquitas, escuelas y otras instituciones.

Después de varias semanas, la gente debía "empezar a vivir su vida real". Algo que costó, sobre todo por los miedos. El hecho de vivir como el resto ayuda a superar las inquietudes comunes, pero, en ese momento, había que dar un paso más: “Podemos volver y queremos volver”. Por eso las congregaciones animaron a los atendidos a regresar a sus casas, sus trabajos y normalizar la situación. “Si alguien no podía volver porque había perdido la casa, le ayudamos a encontrar una”, explica Sabé. También el gobierno ofreció centros de acogida a la gente que no podía volver.

Por lo general, habla de un momento de solidaridad “ad intra y ad extra ” muy fuerte. "Este es el otro rostro de un terremoto", dice. "Pensamos, a veces, que cualquier crisis es totalmente negativa, pero también nos puede aportar momentos de gran apertura, solidaridad y regalos", añade.

La otra cara de la moneda habla precisamente de esto. Sabé subraya que el terremoto les ha enseñado que la gente, conocida o no, es solidaria. Habla de organizaciones católicas, de personas, de medios de comunicación y de entidades voluntarias. "Nos sentimos ayudados y sostenidos económicamente todavía hoy", dice.

“No se puede imaginar la cantidad de mensajes que hemos recibido de todas las partes del mundo de personas que no conocíamos”, explica. Cuando no te sientes solo ante una situación apocalíptica, detalla Sabé, es cuando puedes decir “gracias a Dios”. Para él, es "un regalo y un don" que hoy sigue siendo una realidad. Asegura que todos estos mensajes dan la fuerza para continuar con los maristas y con toda la gente que ayuda. Y, a través de ellos, la fuerza alcanza miles de familias de Siria y del mundo.

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.