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Catalunya Religió

(Gloria Barrete –CR) 18 jóvenes de entre 28 y 39 años, provenientes de India, Filipinas, Guatemala, Nicaragua, Puerto Rico, Senegal, Camerún, Guinea Ecuatorial, México, Cataluña. A primera vista podría parecer el listado de convocados para un partido de fútbol de cualquier grupo de primera división, pero no es el caso. Es el listado de participantes que están realizando la Ruta Calasancia, 20 días que dedican los escolapios jóvenes antes de hacer la profesión solemne para conocer todos los lugares donde estuvo Calassanç. Eso los ha llevado durante esta semana a visitar Peralta de la Sal, el lugar donde nació Sant Josep de Calassanç; a los lugares donde estuvo en Cataluña, la Seu d'Urgell, en Tremp; a los lugares donde se fundaron las primeras escuelas pías, en Oliana, en Lleida, donde él estuvo estudiando, y hoy los lleva hacia Roma a conocer los lugares donde el fundador empezó a gestar las Escuelas Pías.

"Los primeros 4 días en Peralta de la Sal sirvieron para hacer revisión interna, para conocer los lugares donde estuvo de jovencito Calassanç, con visitas puntuales, y charlas que nos hizo el actual provincial de México sobre el carisma que nos propone Calassanç", explica Jordi Vilà, escolapio catalán que el próximo año hará la profesión solemne. La segunda parte del viaje ha sido la parte más catalana dónde, acompañados por el provincial de los escolapios en Cataluña, Jaume Pallerolas, y Joan Florensa, archivero provincial, han viajado de un lado a otro de Cataluña, especialmente por el Urgell, y también han visitado lugares emblemáticos de nuestro territorio, como Montserrat y la Sagrada Familia. La tercera y última parte de la ruta es en Roma, donde "será momento para hablar de la orden, con el padre general, que nos dedicará un día y medio a hablar sobre cómo ve él el futuro de la congregación".

Una relación de amistad implica conocer los orígenes

Luis Alberto Cruz, joven escolapio de Puerto Rico, hará la profesión solemne el próximo mes de agosto. Para él la Ruta Calasancia supone un paso más en su relación con Calassanç, él lo equipara a la misma evolución que existe en una relación de amistad: "para mí la ruta supone estar más cerca de él. El hecho de estar en los lugares donde él nació, creció y donde descubrió su vocación, hace que me encuentre con la parte más humana de nuestro fundador; ahora lo conozco todavía más ya que cuando uno tiene un amigo la relación cambia cuando vas a su casa".

A pesar de que la ruta tiene como objetivo conocer los lugares de origen y de vida de Calassanç, también sirve para mostrar la pluralidad de la congregación religiosa. Para Jordi Vilà, la ruta "ayuda a darte cuenta de que no estás solo, que esto es mucho más plural, que en el mundo hay mucha más gente que sigue el camino que tú has decidido tomar, y a la vez también te da un tiempo para acabar de reflexionar la decisión".

Una pluralidad que, a pesar de venir de cuatro continentes diferentes, radica en lo mismo: transformar el mundo a través de la educación para hacer un mundo mejor para crear el Reino de Dios, como decía Calassanç. Una misión que para Jean de Dieu Tagne, escolapio del Camerún y acompañante del grupo que realiza la Ruta, es la misma misión hoy que hace 400 años, en época del fundador, pero que se ha adaptado a las nuevas realidades: "La manera de vivir ha cambiado, pero la razón profunda es la misma; seguir a Jesucristo para toda la vida es hoy lo mismo que hace 400 años, pero la manera de hacerlo y vivirlo ha variado, ya que no se puede vivir la vida cristiana igual hoy que en aquel tiempo".

La construcción de un mundo mejor a través de la educación

Una opción de vida radical que, a pesar de ser profesada solemnemente una vez, necesita alimentarse a menudo. Para Jean de Dieu acompañar a los jóvenes escolapios durante la ruta es uno de los alimentos para su fe: "cada año que acompaño, y ya llevo seis, renuevo mi compromiso de ser escolapio. Ir a los lugares donde nuestro fundador pasó y estuvo despierta en mí cada vez el deseo de seguir y ayudar a muchos otros a seguir este camino."

Un camino que, a pesar de la falta de vocaciones, no asusta a Jordi Vilà: "He podido observar que no estamos tan mal, que aquello que Calassanç pensó un día, que era tan importante educar a los jóvenes y a los más pequeños, todavía está vigente hoy en día, y que a pesar de que parezca que hemos cambiado mucho, las inquietudes del hombre son casi siempre las mismas: cómo construir un mundo mejor y cómo hacer que la infancia viva más dignamente".

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