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Por Jordi Llisterri i Boix .

Me van a perdonar que me ponga en política. Pero es que la portada de este domingo de el ABC me ha superado. Los días después de la nota de los obispos catalanes sobre "las medidas de gracia" y el posterior apoyo oral, que no escrito, de la Permanente de la Conferencia Episcopal Española volvió a abrir la caja de los truenos. La semana pasada en los digitales de la caverna y todas las cabeceras españolas de España se pudieron leer todo tipo de improperios contra los obispos.

A alguien le puede sorprender este aquelarre de los sectores teóricamente afines a la iglesia. Pero una vez más se demuestra que primero son españoles y de derechas, y católicos sólo si conviene. Ciertamente no es ningún pecado ser español y/o de derechas, pero suelen ser los que en su imaginario si que es un pecado ser independentista o soberanista y/o de izquierdas. Demostración de este orden prioridades es que una de las amenazas más repetidas estos días es que si no rectifican y los obispos en pleno juramento fidelidad eterna al Tribunal Supremo y al Tribunal de Cuentas, no volverán a poner la crucecita de la renta. Y todavía hay quien piensa que el problema son "los del lacito".

El caso es que lo han vuelto a hacer. Y si no les bastó la semana pasada, este fin de semana incluso ha sido tema de portada en ABC y La Razón. El ABC con la foto del cardenal Juan José Omella acusándole de doblarse ante los secesionistas, con una foto que connota que con ello tapa la boca a la verdadera iglesia española. Y La Razón donde destacan que el presidente del PP no se identifica con esta iglesia.

Nada nuevo. En otras polémicas cuando la iglesia no ha dicho lo que les gusta a estos sectores han hecho lo mismo. El ex presidente Aznar hace poco hablaba de apuntar, pero no olviden que en su momento ya disparó. En 2002 creó una situación de tensión con los obispos españoles que no se recordaba desde el caso Añoveros, cuando en 1971 Franco quiso expulsar el obispo de Bilbao por reclamar derechos y libertades para los vascos en una homilía. Recordemos que en 2002 el Gobierno de Aznar llegó a llamar a consultas al nuncio Monteiro por una pastoral de los obispos vascos que consideraba blanda con el nacionalismo. Y que todo lo llevó al famoso documento de la Conferencia Episcopal Española sobre la unidad de España como bien moral que ahora añoran desde el ABC y La Razón. Y que en 2015 volvió a ser motivo de polémica entre los obispos españoles y catalanes.

¿Cuál es ahora diferencia? Que en la diana está el cardenal Omella. Que cuando llegó a Barcelona a finales de 2015 muchos aplaudieron con las orejas porque no era catalán y pondría orden en la desviada la Iglesia catalana nacionalista. Lo que pasa es que Omella, cardenal desde 2017 y presidente de la Conferencia Episcopal Española desde 2020, no puede decir una cosa en Barcelona, ​​otra Madrid y una tercera en Roma.

Si hacemos un repaso a las notas conjuntas de los obispos catalanes veremos que si que ha habido matices desde la llegada de Omella. Con el cardenal Lluís Martínez Sistach como arzobispo de Barcelona, ​​y con episcopado catalán que hace décadas que no tiene una mayoría soberanista, las notas sobre la actualidad política y social de los primeros años del proceso recogían reiteradamente conceptos como "identidad" o "realidad nacional" de Cataluña, "derechos de los pueblos", y “legitimidad moral de todas las opciones políticas”. Por ejemplo, es el caso de la nota antes de las elecciones catalanas de 2012 (las que llevaron al 9N del que también hablaron) o de 2015 (las presentadas como plebiscitarias). Se recogía prácticamente de forma literal lo que consensuaron los obispos catalanes en el documento "Al servicio de nuestro pueblo" de 2011, que avalaba de manera matizada "Raíces Cristianas de Cataluña" de 1985. Esto se ha ido reiterando en otros momentos como muy bien recogía una síntesis hecha por Laura Mor en 2017.

Ya con Omella en Barcelona, ​​estos conceptos se mantuvieron. Por ejemplo, en la nota de mayo del 2017, cuando se calentaban los preparativos para el 1-O. Como también se mantenía que "conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán"

Pero el 20 de septiembre ya hay un giro. Por primera vez una nota de la Tarraconsense obvia las referencias a la "realidad nacional" haciendo hincapié en "el bien común", "el diálogo" o la "no confrontación" que marcará todas las notas a partir del 155. Es la línea que esboza Omella en la misa de la Mercè. Allí ya no vuelve a hablar "unidad" como había hecho en el funeral por los atentados de Barcelona y que se interpreto como demasiado cercano al argumentario constitucionalista, además del famoso encontronazo con el presidente Puigdemont.

Sólo en la nota de febrero de 2018 volvió a aparecer "la dignidad de los pueblos", pero hasta hoy ya no habrá más referencias al tema nacional ni a aspiraciones legítimas del pueblo catalán. Lo que si se ha mantenido es el reconocimiento a "la legitimidad de todas las opciones políticas".

En cambio, en febrero de 2018 ya aparece en la nota de los obispos la preocupación por los presos independentista, en ese momento todavía preventiva. Esto se mantiene reiteradamente hasta hoy. Por ejemplo, el verano de 2018 "celebrando" la llegada de los presos en Cataluña como "una medida legal y humanitaria".

El mismo día la sentencia del “procés”, el otoño de 2019, sin criticarla, los obispos catalanes también introducen un elemento que repetirán en otras notas, que el conflicto "necesita algo más que la aplicación de la ley". Y lo mismo que han dicho ahora, que apuestan por "la vía de la misericordia para desactivar la tensión acumulada".

Todo esto nos lleva a la nota en la que los obispos catalanes apoyan las medidas de gracias unos días antes de los indultos. Nada que no hubieran dicho antes y que va en la línea del discurso que han transmitido otros obispos catalanes en la serie de entrevistas que estamos haciendo en Catalunya Religió.

Resumiendo. Se apuesta por las "medidas de gracia", "el diálogo", "la concordia" y "el bien común". Se piden "medidas de gracia" pero sin cuestionar ni una coma de la respuesta del Estado al conflicto. Se baja el tono en la "legitimidad moral de todas las opciones políticas". Y se abandona la "realidad nacional", "los derechos de los pueblos" y "las aspiraciones legítimas del pueblo catalán". Y el resultado es que los de siempre siguen azotando los obispos como si hubieran apoyado la independencia de Cataluña. Pues ya está todo visto.

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