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Domingo XX del tiempo ordinario. Ciclo B
Barcelona, ​​16 de agosto de 2015

Cuando el evangelista San Juan quiere insistir y remarcar en una realidad de importancia decisiva pone en labios de Jesús palabras que repiten, una y otra vez, la misma idea con varios matices.
Por ejemplo:
"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo."
"El que me coma vivirá por mí."
"El que coma de este pan, vivirá para siempre."
Aquí se está hablando de la Eucaristía. Pero no sólo de ella.

La afirmación básica y central es esta: Jesucristo es fuente de vida para todo aquel que se alimenta de Él.
En Jesús no encontraremos ninguna doctrina, ninguna filosofía, ninguna religión fundamentada en una ley complicada.
En Jesús nos encontraremos con alguien lleno de Dios y capaz de alimentar nuestro anhelo de vida y de vida eterna.

En las sociedades modernas se habla mucho de calidad de vida.
Desgraciadamente, sólo se trata de la calidad de algún producto más o menos especial.
Nos parece que la vida mejora cuando mejoramos
–el modelo de nuestro coche
–la capacidad de nuestro ordenador
–o la urbanización donde vivimos.

Pero, tengamos bien claro esto: se puede tener toda la calidad de vida que ofrece la sociedad moderna o nuestros recursos económicos y... no saber vivir.
No es nada raro ver a personas cuyo único objetivo es llenar el vacío de sus vidas llenándolo
–de placeres
–de excitaciones
–de dinero a raudales
–de ambiciones
–de poder, etcétera, etcétera.

Muchos se dedican, con gran desazón, a llenar sus vidas de cosas y más cosas. Sin embargo, las cosas son realidades muertas que no pueden nutrir nuestro insaciable deseo de vivir.
No es casual que vaya creciendo el número de personas que no conocen ni de lejos ni de cerca la alegría y el gozo de vivir.

¿En qué consiste la experiencia cristiana?
La experiencia cristiana consiste, fundamentalmente, en alimentar nuestro vivir de Jesús y en Jesús
–descubriendo la fuerza que Él nos ofrece para transformarnos, paso a paso y día tras día.

Jesús infunde siempre un deseo inmenso de vivir y de hacer vivir. Un deseo de vivir con más verdad, con más coherencia, con más amor, con más donación, con más generosidad.
Hay una calidad de vida que muchos ignoran y desconocen y que sólo la disfrutan aquellos y aquellas que saben y que quieren
–vivir con la sencillez y la sobriedad de Jesús
–vivir con su mirada atenta al sufrimiento humano
–vivir con su deseo de una vida digna para todos
–vivir con su confianza inquebrantable en Dios.

¿Somos de éstos, nosotros?
¿Qué calidad de vida valoramos, nosotros?
–¿la del dinero egoísta
o la de la fraternidad generosa?

¿Qué calidad de vida valoramos, nosotros?

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