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Por Josep Gallifa .

En la entrada anterior reflexionábamos sobre los orígenes de las diferencias en el tratamiento del hecho religioso en la esfera pública. En continuidad, una segunda entrega la dedicamos a tratar de entender por qué los diversos estados tratan de forma diferente el hecho religioso. Y en particular porque en nuestro contexto, con frecuencia todavía, existe una mentalidad bastante generalizada de beligerancia desde lo público hacia las religiones, en contraste con estados en los que las religiones se consideran de mayor interés público.

Debemos ir también a la historia y situarnos en la Revolución Francesa y el estado Napoleónico en los inicios del Siglo XIX. Napoleón instauró un régimen autoritario, personalista y represivo, invadiendo países vecinos en los que aplicó su modelo. El modelo napoleónico consistía en integrar dentro del estado laico las instituciones, por ejemplo, de enseñanza constituyendo el funcionariado, como si fuera un ejército, que se regulaba por la legislación conocida como código napoleónico. En educación -por ejemplo- el estado regulaba los contenidos, los textos, los horarios, según ese ideal que a la misma hora se estaba impartiendo en toda Francia la misma lección.

Sabemos que la revolución francesa fue beligerante con la tradición y muy anticlerical. En los países de influencia napoleónica se dio una lucha de los anticlericales con el clericalismo. En estos ámbitos se excluyó la religión del ámbito público en nombre de la neutralidad, como explicábamos en la entrada anterior. Así las asunciones liberal-ilustradas dieron preeminencia a una creencia, el laicismo, mientras en nombre de la neutralidad de hecho discriminaban a las religiosas.

Sin embargo, éste no fue el único modelo de tránsito desde los antiguos regímenes a los nacientes estados. En Prusia, Fichte era anti-napoleónico. Sus ideas las implementó Humboldt en 1810 en la Universidad de Berlín (que hoy lleva su nombre) y en la que Fichte fue rector. En Prusia, y en general en Alemania, se preservó la autonomía de las instituciones respecto del estado, por ejemplo en el caso de las universidades o escuelas. Otra cosa es que contaran eso sí con financiación del estado. La característica del modelo Humboldtiano, además de la autonomía de las instituciones y la libertad académica o de cátedra de los profesores, fue que se mantuvo para la esfera moral la “bildung” (formación) (1). Es decir que formarse suponía reflexionar en el marco de una religión, fuese católica o protestante. Recordemos la tradición protestante de leer y reflexionar interpretando los textos bíblicos como elemento fundamental de formación. En estos países convivieron instituciones autónomas con carácter público de confesiones diferentes, sin mayor problema, sin que ello quiera decir que la convivencia siempre fuese sencilla. Pero era natural que en las universidades (públicas) se mantuviera, por ejemplo, la facultad de Teología, mientras que en los países con sistema Napoleónico se suprimió de las universidades reales o estatales.

Los estados de tradición multiconfesional, en general no hicieron problema de la religión, neutralidad quería decir sencillamente no interferir. En cambio, en los países de tradición monoconfesional, y en estado napoleónico en particular, se dejó la religión fuera de la esfera de lo público. En algunos países el combate anticlericalismo-clericalismo continuó y fue incluso cruento, como sabemos.

Es interesante saber de dónde provienen las creencias y las mentalidades y que no se viven en todas partes de la misma forma, para -tal vez- dialogar y ayudar a hacer entender a los conciudadanos puntos de vista diferentes a los predominantes, que a menudo se dan por descontados. Podemos también reflexionar a partir de aquí sobre, por ejemplo, de dónde surgen las mentalidades tan arraigadas aquí de que la escuela pública es un ente del estado o que la religión debe pertenecer y mantenerse en el ámbito privado.

Referencia:

  1. Gallifa, J., Sangrà A. (2021). Transformar la universidad. Desafíos, oportunidades y propuestas desde una mirada global. Barcelona: Editorial UOC.
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