La nube de Dios

El relato de la anunciación a María (Lc 1,26-38) ha sido repetidamente comentado, a menudo, sin embargo, se acentúa el rol de la persona de María en detrimento de fijarse en lo que se dice sobre la persona de Jesús. Se lee en el evangelio de hoy. El relato es una expresiva declaración en dos tiempos en la que el ángel descubre a María la extraordinaria personalidad del hijo que espera y la prodigiosa actuación de Dios que originará una existencia incomparablemente única. El significado del relato es que la personalidad de Jesús es plenamente humana y al mismo tiempo absolutamente divina. Esto lo muestra Lucas construyendo un díptico con tres afirmaciones en cada parte. Las que presentan Jesús descendiente de David hacen referencia a la participación humana en su nacimiento, las otras tres a su origen divino, estas son las que presentan una comprensión más dificultosa.

"El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (V.35). La imagen remite a tres pasajes del Antiguo Testamento, posibles inspiradores de las palabras de Lucas. Un pasaje lo encontramos en el libro del Éxodo que explica como una nube cubre el monte Sinaí, antes de que Dios dé a Moisés las tablas de la Ley: "La gloria del Señor se puso encima de la montaña y la nube la cubrió durante seis días: "(Ex 24,16). Otro pasaje explica cómo esta misma gloria (presencia) de Dios se pone sobre el tabernáculo: "La nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria de Dios llenó todo el tabernáculo" (Ex 40,34; Nm 9,15) . Otro pasaje lo encontramos en una de las visiones de Ezequiel. El profeta explica que el favor de Dios para con su pueblo se manifiesta en la nube, símbolo de la gloria del Señor que llena el santuario y se extiende por todo el atrio (Ez 10,4).

Todas las imágenes tienen algo en común. Pretenden describir lo indescriptible: la presencia poderosa y protectora de Dios que se impone, que llena todo el espacio y que no deja ningún resquicio de penetración a algo que sea profano, impuro, humano. Es por ello que la imagen elegida por Lucas responde a la objeción de María: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" (V.34). La presencia dinámica de Dios actuará sobre María no dejando ningún espacio ni rendija a la intervención humana, asegurando así el origen divino de la persona de Jesús. No debe verse aquí ninguna connotación sexual. Los términos usados ​​no permiten entender ninguna sustitución del acto de fecundación masculina, aunque haya quien lo haya visto así.

"Será llamado Hijo de Dios" (V.35) parece una redundancia respecto "será llamado hijo del Altísimo" (V.32). Hijo del Altísimo lo eran los reyes y héroes y Lucas usa la expresión en la terna de atribuciones dedicadas a Jesús como descendiente de David (vv. 32-33). Hijo de Dios es más aquí una proyección de la confesión de fe de la comunidad cristiana que una traslación de títulos del Antiguo Testamento aplicados a la divinidad del Dios de Israel. La comunidad quiere afirmar que la condición divina de Jesús la tiene desde siempre y no es adquirida en el transcurso de su vida (bautismo, muerte, resurrección, ascensión).

La santidad es algo que sólo pertenece a Dios, por eso los serafines de la visión de Isaías proclaman: Santo, Santo, Santo (6,3). En el libro de Oseas dice el Señor: "Yo soy el santo en medio de ti" (11,9) y Ana, la madre de Samuel, anticipándose a las palabras del Magníficat: "su nombre es santo", dirá : "Nadie es santo como el Señor" (1 S 2,2). La santidad de Dios, en todo caso, debe ser vivida por hombres y mujeres en un intento de imitación. "Sed santos porque yo, el Señor su Dios soy santo" (Lv 11,44; 19,2; 20,26). Como la nube que empapa todo lo que penetra, la santidad de Dios santifica todo lo que toca. Jesús y María quedarán tocados por la santidad de Dios, por eso las comunidades cristianas llamaran a la madre de Jesús, Santa María.

Domingo 4º de Adviento. 24 de Diciembre de 2017