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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Participé a inicios de febrero en una excelente reunión de ámbito educativo propiciada per la Fundació Champagnat, en el transcurso de la cual se formularon dos preguntas: (a) ¿Qué características esenciales tendrá el mundo donde viven y vivirán los alumnos al salir de nuestras escuelas en el marco temporal 2023-2037?, i (b) ¿Cómo imaginamos a nuestros alumnos a la salida? El marco temporal responde a un alumno que entra a infantil en 2023 y culmina sus estudios de bachillerato en 2037. Valoro en gran manera este tipo de ejercicios. Para algunos se trata de una forma de construir castillos en el aire, que ilusionan pero que carecen de base sólida. No obstante, responder a estas preguntas implica conectar las luces largas para ver lejos, superar la inmediatez del momento que aprisiona, apuntar a lo esencial más allá de lo accesorio, valorar la fuerza de la intuición sin miedo a la dinámica de aciertos y errores... No se trata de huir del presente, sino de construirlo con una visión de futuro, como un arquitecto que se aproxima por fases al proyecto final.

Yuval Noah Harari, ante un mundo cambiante no solo por la inteligencia artificial y la automatización, sino también por las constantes revoluciones que se están produciendo, dijo, hace tres años y medio, que la gran pregunta, como seres humanos, es: «¿Tenemos la estabilidad mental y la inteligencia emocional para reinventarnos repetidamente?». El mercado laboral resulta imprevisible y los estudios que preparan para una profesión concreta pueden quedarse obsoletos a las primeras de cambio ante las transformaciones que se avecinan. Los medios de comunicación recogen cada vez más situaciones de problemas mentales en jugadores de élite. Este vocabulario se va incorporando a los diagnósticos de salud. La estabilidad mental es un requisito indispensable en el mundo actual y, más aun, en el que se avecina. La inteligencia emocional, la flexibilidad, la adaptabilidad… son requisitos igualmente indispensables. Para ello, Harari insiste en la importancia del «conócete a ti mismo» porque, como dice, el algoritmo ya te conoce bien. Por mi parte añadiría dos puntos irrenunciables: como gestionar las fuerzas instintivas y como desarrollar la dimensión espiritual, que garantiza el sentido de la existencia. Las tareas curriculares se suelen trabajar en el aula. Para educar la persona en profundidad, no basta. Se requieren otros planteamientos y otros criterios.

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