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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El Instituto Emmanuel Mounier inauguró el curso con la presentación de un libro de José Luis Vázquez Borau, titulado Dorothy Day: activista y mística. Su lectura me ha sido muy estimulante, de modo que ahora he pasado a leer La larga soledad, autobiografía de esta mujer excepcional y comprometida. Ella, juntamente con Peter Maurin, fundaron en 1933 en Estados Unidos el periódico «Catholic Yorker», que formaba parte de un proyecto más ambicioso, ya que incluía la apertura de casas de hospitalidad y el establecimiento de comunas agrarias. El fondo del rotativo, crítico con el capitalismo como con el comunismo, incluía una visión radical de retorno a los Evangelios y de vivencia de la doctrina social de la Iglesia. Desde sus inicios hasta el día de hoy el precio de cada ejemplar ha sido siempre el mismo: un céntimo de dólar.

Walter O’Hagan escribe en él, en febrero de 1934, un artículo titulado Whither the NRA?, donde reflexiona sobre el fascismo, considerándolo «una amenaza mil veces mayor que el comunismo». Afirma: «El fascismo no solo contiene todos los males del bolchevismo, a los que se añade su propia forma de crueldad sádica, sino que pervierte el cristianismo, lo cual es peor que negarlo. El fascismo es la religión estatal del nacionalismo, el prejuicio y el odio; erige los falsos dioses del militarismo, del dictador y de su estado totalitario o corporativo. Obliga a inculcar las doctrinas paganas del fascismo en la gente y en los alumnos de los colegios, lo cual resulta en un declive de la educación y del arte de pensar. Organiza estrictamente a la gente hasta que se convierten en meros robots esclavos del Estado. El fascismo significa el fin de la libertad de pensamiento y de palabra, y el retorno al feudalismo bárbaro».

Una cita larga, que no tiene desperdicio. Fuertes vientos que hoy soplan por Europa van en este sentido. Las corrientes que niegan el cristianismo o que quieren reducirlo al ámbito privado pueden preguntarse sobre su intolerancia al pluralismo y sobre el error que cometen al lanzar la gente a terrenos adversos, olvidando que un gran sector vive de manera sencilla o incluso extraordinaria su compromiso social. Pero dejarse llevar por las corrientes de extrema derecha conduce a la perversión del cristianismo al distorsionar, a menudo inconscientemente, valores evangélicos sustanciales. En ningún caso, las ganancias justifican las pérdidas que se producen.

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