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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La palabra inglesa blinders se traduce al castellano por anteojeras. Significado de este término, según la RAE: «En las guarniciones de las caballerías de tiro, piezas de vaqueta que caen junto a los ojos del animal, para que no vean por los lados, sino de frente». Equivale a lo que Laura Rojas-Marcos llama «visión túnel» de las personas que ven con extrema claridad todo aquello que tienen frente a ellas, pero que no perciben las señales del entorno periférico ni por muy cerca que se encuentren. El mundo de los negocios ha incorporado este concepto en su vocabulario. Miquel Lladó, en su libro Enamorar-del futur, comenta sus inicios laborales. Para acompañarle en su tarea y proporcionarle ayuda, se le presentó un responsable de la empresa en cuya tarjeta de visita se podía leer Blinders-Off Manager. Su función consistía en quitarle las anteojeras para que adquiriera una visión amplia. De este modo se aprende a ver lo que nadie ve para detectar las oportunidades que pasan inadvertidas a otros.

La mirada atenta debe compaginar concentración y amplitud, dando su importancia a cada una de estas características. Dos ejemplos. Uno. El 20 de agosto la selección española femenina de fútbol se proclamó campeona del mundo en Sydney y en el mismo Stadium, tanto en la tribuna como en la entrega de premios, el presidente de la Federación Española de Fútbol protagonizó dos conductas totalmente inapropiadas. Los medios de comunicación y la misma sociedad reaccionaron en formato Blinderss-Off, es decir se pusieron las anteojeras. Se trataba del mejor día del fútbol femenino español en toda su historia, que podrá tener un éxito similar, pero nunca un trofeo superior. Con las anteojeras puestas, solamente se habló de la actitud machista del presidente, que sin duda había que afrontar, pero no en exclusiva. La alegría del juego y el triunfo obtenido quedaron relegados casi al olvido. Dos. El 7 de noviembre de 2010, el papa Benedicto XVI dedicó el templo de la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. El acto en sí mismo, a través de su transmisión en TV3, alcanzó una difusión internacional espectacular. El incremento posterior de visitas fue extraordinario. Antes del ofertorio unas religiosas limpiaron el altar que el Papa había consagrado con óleos. Esta imagen en Cataluña fue vista con anteojeras por muchos poderes mediáticos, relegando a la insignificancia uno de los mayores posters publicitarios de la ciudad en muchos años. Pudieron analizarse a fondo los dos hechos, pero las anteojeras se concentraron solo en uno olvidando el otro. Esta forma de mirar alimenta siempre la polarización.

Si en nuestra vida personal y colectiva, incluida su dimensión espiritual, nos mantenemos con las anteojeras, ¿qué perdemos? Si nos las quitamos, para tener una mirada amplia, ¿qué ganamos?

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