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Domingo IV del tiempo ordinario. Ciclo C
Barcelona 31 de enero de 2016

Actualmente no está de moda hablar:
–de disciplina
–de esfuerzo
–de renuncia
–de autodominio.

Pocos se atreven hoy a mostrar la importancia que tiene en la vida la educación de una voluntad fuerte y bien gobernada.
Vivimos más bien envueltos en esto que el catedrático de psiquiatría Enrique Rojas llama la filosofía del me gusta/ no me gusta.
Esta es la principal motivación que inspira la vida de muchos: no me gusta o bien, me gusta. El gusto por encima de la razón y la reflexión.

En pocos años ha ido creciendo el número de personas de voluntad débil, caprichosas, totalmente incapaces de proponerse metas y objetivos concretos y exigentes.
Hombres y mujeres inconstantes que giran como banderolas según el viento que sopla y el cuerpo les pide.

Buscan una vida cómoda, placentera pero les espera un futuro difícil.
En el amor no llegarán muy lejos porque no saben qué es renunciar ni conocen la importancia del sacrificio y de la dedicación al bien del otro.

Son como criaturas consentidas y caprichosas que dañan cualquier relación basada en el amor y la entrega generosa.
Nunca desarrollarán sus verdaderas posibilidades.
Se instalarán en la mediocridad y la dejadez.

El hombre actual necesita tener bien presente que la voluntad es un rasgo esencial de la persona humana. Al igual que la razón.
La grandeza es fruto
–de la determinación
–de la constancia
y de la tenacidad.

Educar la voluntad es un trabajo serio que demanda esfuerzo diario.
Necesitamos herramientas tan concretas como
–la disciplina
–el orden
–la constancia.
Vale la pena intentarlo. Tarde o temprano los frutos llegan.

La persona se hace más libre. Más dueña de sí misma. No se dobla ante las dificultades.
Madura poco a poco y es capaz de ayudar con eficacia y generosidad.

El modelo más limpio y convincente lo encuentra el cristiano en Jesús, capaz de ser fiel a su misión a pesar de los obstáculos y desprecios que encuentra en su camino.
El evangelista Lucas nos dice que sus propios vecinos de Nazaret querían despeñarlo; pero Él se abrió paso para continuar su labor salvadora.

A la persona convencida no hay obstáculo que la frene, porque gracias a la voluntad se mantiene fiel hasta el final. La voluntad y la gracia de Dios.

¿Qué tipo de voluntad tenemos nosotros?
¿Qué clase de voluntad es la nuestra?

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