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Catalunya Religió
Pelegrinatge d'Alexis Bueno
Fotos: Alexis Bueno

Glòria Barrete –CR La celebración de los cincuenta años es siempre una efeméride importante. A menudo, este número sirve a mucha gente para hacer balance del camino hecho y proyectar el futuro. En el caso del jesuita Alexis Bueno, celebrar cincuenta años de vida le hizo sentir la necesidad de detenerse un tiempo, de captar el momento que estaba viviendo, “hacer una parada para saber qué toca ahora”, explica. De esa necesidad surgió su reto, andar de Loyola a Jerusalén en seis meses.

Una necesidad de detenerse que Bueno desvincula de una crisis personal y de fe. "Yo no vivía ninguna crisis, sino que tenía la intuición de que con los cincuenta había que reflexionar sobre dónde toca ahora poner las prioridades". Sin embargo, reconoce que después de su peregrinación esta pregunta no ha tenido propiamente una respuesta.

Una necesidad interior

Hace veinte años que Alexis Bueno hizo el Camino de Santiago. Todavía hoy recuerda una frase que encontró en un albergue de Asturias que decía 'el camino no te da lo que tú le pides, te da lo que necesitas'. En el caso de Alexis ahora, con cincuenta años, el cuerpo y la mente le pedían parar. "Era una necesidad interior", afirma.

Si contamos los meses continuados caminando, son cinco meses, que van desde el 4 de julio de 2022 que Alexis salió desde Manresa, hasta el 1 de diciembre de 2022 en que el jesuita llega a Jerusalén. “Los contabilizo en seis porque en marzo y abril de 2022 hice en grupo el Camino Ignaciano que sale de Loyola y termina en Manresa”.

Una experiencia que fue incubando durante un tiempo y que compartió y expresó con el Provincial de la Compañía. "Primero es una idea loca que uno tiene en la cabeza, pero después todo va cogiendo forma y se concreta", reconoce. Jerusalén, afirma, no era tan importante como sí lo era andar, hacer un break y tener tiempo para él, “tiempo de silencio y de romper con el trabajo habitual”. Al Provincial de la Compañía de Jesús le escribe una carta expresando sus motivos y razones. La respuesta: “coge siete meses y haz lo que quieras”.

Condición: hacerlo solo

La peregrinación la ha podido realizar gracias a la ayuda de una pequeña asociación –Jerusalem Way– que ayuda a otros peregrinos a realizar este trazado. La asociación le proporcionaba, entre otras cosas, dos valiosas herramientas. Una, el trazado del camino sobre mapa que Alexis Bueno descargaba en su móvil.

La otra, una serie de marcas en el mapa que otros peregrinos habían indicado, como lugares de interés, monasterios y parroquias que podían acogerse, o campings y hoteles baratos. Y casi toda la peregrinación Alexis la ha hecho caminando y solo. "Como el camino sólo por Turquía ya eran unos tres meses, tuve que tomar en algún punto autobuses, y un avión desde Antalya (Turquía) hasta Jordania".

Desde el principio era condición hacerlo solo. Sólo ha hecho una excepción, con una persona que invitó a andar con él una semana, pero tenía muy claro que debía andar solo. "Era algo que tenía que ver conmigo, con mi relación con Dios, un poco de búsqueda o de encuentro con uno mismo", explica.

Después de meses de andar solo, Bueno reconoce que al andar y, cuando vas solo, la relación con la gente es muy diferente. “En primer lugar, necesitas mucho más de la gente porque estás solo, y, en segundo lugar, la gente te ve de forma diferente, cuando te ven solo te ven más, te ven muy colgado”.

Hay mucha parte del camino, explica, "en la que haces memoria de ti mismo, de la propia vida, y es evidente que encuentras cosas que no gustan, que son equivocaciones, momentos que son más difíciles". Sin embargo, Alexis tiene claro que ya desde el principio del camino hubo algo muy sorprendente en él, la alegría. “La alegría de vivir todo lo que vivía en sencillez, al respirar, al andar, al encontrarme con la gente, en la oración, la alabanza”.

La vida sencilla del peregrino hacía que las cosas más duras que le podían venir a la memoria las viviera desde la tranquilidad. Y varias son las imágenes de Dios que han estado presentes en él en esa experiencia. “Una, la del Dios de la misericordia, la del Dios del perdón, la del Padre del Hijo Pródigo, el que acoge y es pura misericordia”. Ante esto, reconoce, “no te da miedo que salgan aspectos más negativos de uno mismo”.

Renovarse uno mismo para seguir acompañando

Tampoco ha tenido en el camino ninguna revelación, ninguna aparición, ni nada nuevo. “Más bien una reconexión conmigo mismo y con el Dios de siempre, pero de una forma muy fuerte e intensa”, explica. Su vida, la vida como religioso, defiende que es muy bonita "porque muchas de las cosas que hago dependen mucho de estar bien".

Bueno afirma que a menudo le toca acompañar espiritualmente a muchas personas, y que es imprescindible que viva profundamente la conexión con la espiritualidad. "Es un trabajo que depende mucho de ti mismo, debemos invertir mucho en nosotros mismos interiormente, y cuidar algunas cosas mucho más".

Y es que Bueno sentía que cogía siete meses sabáticos para él, pero también para los demás. “Si por algo existe la vida religiosa, es también para hacer cosas raras, cosas que no todo el mundo puede hacer, pero siempre al servicio de los demás. Que el vivido pueda tener sus frutos en los demás”.

Tras su peregrinación la palabra que le sale expresar es renovación. "Renovación de lo que ya estaba en ti, pero que se difuminaba quizás en el día a día y la rutina". También la palabra curación le resuena mucho, en el sentido, dice, que “caminar te cura, sana la memoria, y te hace recuperar lo más simple”. Es como descubrir, explica, que vivimos fragmentados frente al estrés y la rutina que vivimos, “un poco enfermos”. Caminar te centra, te recentra, te unifica, te hace ver las cosas más esenciales e importantes, recuerda.

La peregrinación, presente en todas las religiones

Alexis Bueno trabaja en la escuela de los jesuitas de Lleida. En la escuela, y en los últimos años, ha podido constatar cómo a la hora de comunicar cosas profundas a los jóvenes lo primero que hay que hacer es curarlos. “Algunos jóvenes están enfermos y rotos, y primero es necesaria una terapia de choque, como andar, sin móvil y sin nada, para poder después simplemente escuchar y conectar con cosas simples como son la salida del sol, las montañas, o un río”.

Hay algo ancestral al andar que nos conecta con lo profundo. La peregrinación está presente en todas las religiones y desde hace miles de años. La gente camina, peregrina, porque la peregrinación "te pone en movimiento, física y mentalmente".

Una experiencia, la de la peregrinación, que entronca absolutamente con la espiritualidad ignaciana y con San Ignacio de Loyola. "San Ignacio da algunas pistas que quizás nuestra civilización las ha olvidado", reconoce Bueno. Una experiencia humana profunda y espiritual, afirma, debe tomar toda la persona, y también su cuerpo. “Nuestra civilización occidental es mental, ha olvidado el cuerpo y somos mentales como si la mente fuera el colmo, pero somos cuerpo, somos afectividad y somos mente. Caminar te conecta con una experiencia más global y más conectada”.

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