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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Una mujer iraní, perteneciente a la comunidad bahá’í, que considero excelente persona y buena amiga, me comenta con frecuencia los problemas que tienen los bahá’í, especialmente en Irán. Sufren una persecución sistemática y cruel que se propone como objetivo su extinción. Las minorías étnicas, como los kurdos, y las minorías religiosas están constantemente en el punto de mira. Aquí a menudo lo ignoramos. Este afán persecutorio no conoce límite, de modo que las mujeres musulmanas, si no siguen estrictamente el código de vestimenta, pueden también ser detenidas y llevadas a prisión. La joven Mahsa Amini, de 22 años de edad, cuando viajaba con su hermano a Teherán, fue arrestada por la llamada policía moral al no llevar bien puesto el velo (hiyab) como marca la ley. Los golpes que recibió provocaron a los pocos días su muerte. La reacción popular ha sido fulminante, espectacular… La represión de las manifestaciones ha generado decenas de muertos. Una de las pancartas, exhibidas en las protestas decía así: «Mahsa, no morirás. Tu nombre será un símbolo». Multitud de mujeres jóvenes quemaron el hiyab, se cortaron el cabello, reivindicaron sus derechos fundamentales... Muchos hombres jóvenes las apoyaron, indignados también, en defensa de los valores resumidos en otra pancarta: «Mujer, Vida, Libertad».

Dos consideraciones. Un periódico catalán, a principios de septiembre, comentó otro hecho: «Dos ciudadanas iraníes, Zahra, de 31 años, y Elham, de 24, han sido acusadas de “corrupción” por “promover” la homosexualidad y el cristianismo.» Encontré el título del artículo muy desafortunado: «Cuando la religión mata». Para detentar el poder, los hombres matan. Utilizan el instrumento que sea, incluso la religión, que puede ser manipulada con toda facilidad en contra de dos mandamientos básicos: «No tomarás el nombre de Dios en vano» y «No matarás».

En nuestra sociedad, las protestas son muy selectivas. No se mira tanto el delito, sino sobre todo quien lo comete. En unos casos, protestas airadas. En otros, silencios cómplices. Mientras mujeres jóvenes iraníes queman el hiyab clamando por su libertad, aquí, en algunos casos, se convierte el velo en un vistoso instrumento electoral para captar determinados colectivos. Uf!

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