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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Impartí en un fin de semana un seminario sobre al autoconocimiento a un nutrido grupo de personas, de procedencias y profesiones variadas. Unos cuantos participantes provenían del mundo empresarial y del ámbito de la consultoría. En un descanso, le formulé a uno de ellos la siguiente pregunta: «En el currículo de las escuelas de negocios ¿contemplan el abordaje del autoconocimiento? ¿Dedican tiempo a este objetivo?» Mi interlocutor es profesor en una de las escuelas para directivos que goza mayor reputación, incluso a nivel internacional. Su respuesta dejó entrever que había habido algún intento, pero que en el fondo no se está ofreciendo en la actualidad y considera que sería muy importante trabajar en el tema del conocimiento propio.

Muchas empresas realizan magníficos planes estratégicos, diseñan espléndidas campañas de marketing, realizan complejas operaciones de personal, elaboran estudios económicos a largo plazo…, pero no prestan suficiente atención a cómo el ego de sus máximos dirigentes y responsables interfiere en los negocios. Decisiones a partir del ego suelen resultar nefastas para las empresas. En un grupo de diálogo que nos reunimos más o menos cada trimestre, un directivo nos contó, con gran clarividencia y sinceridad, cómo su empresa se estaba derrumbando hasta verse abocada a un concurso de acreedores. La primera causa de su diagnóstico fue que había faltado humildad. Después, solo después, esgrimió otro motivo consistente en haber hecho una escasa reinversión de las ganancias. El orgullo, la vanidad, la ira, la envidia, la avaricia, la pereza, la gula, la lujuria, el miedo… se tienen poco en cuenta, pero alimentan un ego que interfiere de manera muy negativa en la viabilidad de los negocios. El ego rivaliza, no es transparente, oculta, manipula, engaña y se autoengaña, adula, atemoriza, mendiga amor, pero cae en la imposición, quiere ser admirado y despertar simpatías, pero exige dependencia. Se traduce en detalles, en pequeños detalles, confirmando el dicho de que por un clavo se perdió una batalla. Se destruye así el espíritu de equipo y se pierde mucho talento porque las cualidades de los demás amenazan las inseguridades propias en las que vive inmerso el ego.

El autoconocimiento es clave para cualquier persona. En el mundo de los negocios se puede subestimar porque atraen más los indicadores económicos o de mercado. Añado un segundo elemento, también imprescindible: un criterio ético de calidad. No como un barniz publicitario, como a veces se hace, sino como una realidad en la toma de decisiones a cualquier nivel.

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