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Catalunya Religió

(Josep Guiteras. Provincial La Salle Cataluña) Estamos ante un Papa que proviene de la Vida Consagrada y eso también es un hecho importante para nosotros los religiosos, dado que puede establecer nuevos puentes de diálogo y abrir miras para entender mejor esta opción de vida.

Desde mi vocación como educador dejadme que transcriba un fragmento de una homilía suya dirigida a educadores de Argentina en abril de 2007: "¿Tenemos el corazón suficientemente abierto para dejarnos sorprender cada día por la creatividad y las ilusiones de los jóvenes? ¿Me dejo sorprender por las ocurrencias de los jóvenes? ¿Me dejo sorprender por la transparencia de los jóvenes? ¿Me dejo también sorprender por las mil y una travesuras de los jóvenes, estos inefables "Jaimitos" que están en nuestras aulas? ¿Tengo el corazón abierto o ya lo tengo clausurado, lo tengo encerrado en una especie de museo de conocimientos adquiridos y de métodos adquiridos en el que todo es perfecto y que he de imponer pero no tengo que recibir nada? Como educador, ¿tengo un corazón receptivo y humilde como para ver la frescura de los jóvenes?"

El que se hacía llamar "padre Bergoglio", y a quien ahora llamamos Francisco I, Papa, es un hombre que en su trayectoria en Argentina ha mostrado firmeza y valentía para ser coherente con sus ideas y luchar a favor de los pobres, la justicia social, la educación y la Iglesia. ¿Lo podrá seguir haciendo?

En la breve presentación que ha hecho Francisco I en la plaza de San Pedro del Vaticano ha habido 3 gestos que me han sorprendido y que quisiera resaltar. En todo momento se ha presentado como obispo de Roma y no como Papa. Ha comenzado pidiendo una oración por su antecesor Benedicto XVI. Y, antes de impartir la bendición "Urbi et Orbi", pidió un momento de silencio para que el pueblo lo bendijera y orase por él. ¿Qué lectura podemos hacer de estos tres hechos significativos?

Con estos tres gestos creo que Francisco I ha mostrado un gran respeto hacia su antecesor y para toda la tradición de la Iglesia pero, al mismo tiempo, nos ha mostrado un cambio hacia la proximidad y la interioridad.

El nombre que ha escogido es un buen símbolo y una clara señal que nos habla de humildad, de pobreza y de sencillez. ¡Ojalá que estos carismas les pueda transmitir a toda la Iglesia!

Con esperanza creo que podemos decir que estamos ante un nuevo profeta. Deseo que, a pesar de su edad, siga teniendo la misma fortaleza que hasta ahora le ha caracterizado para afrontar los actuales retos de la Iglesia y poder así retomar todo aquello que aún está pendiente desde el Vaticano II. Parece, pues, que se abren nuevas ventanas para el Espíritu Santo. Esperamos que Francisco I las abra de par en par.

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