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El margen de tiempo que debe transcurrir entre el Sínodo extraordinario que acaba de finalizar y el Sínodo ordinario del 2015 sobre «La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo» es casi de un año. En este periodo, las familias, las comunidades, los movimientos familiares, las parroquias, etc., tenemos unas oportunidades privilegiadas para vivir un entorno rico y anticipativo.
La primera consistiría en conocer de primera mano, dialogar y profundizar la Relatio synodi o documento final de la III Asamblea General Extraordinaria. A pesar de que para algunos sectores el texto se ha quedado «corto», el conjunto de aportaciones genera una reflexión y un marco que no se puede menospreciar. En concreto, sin renunciar a la identidad del modelo presentado por Jesús, el documento presenta la realidad del mundo de la pareja y de la familia en una rica perspectiva antropológica, con una visión dinámica, reconociendo la complejidad que la rodea y con una vocación al crecimiento humano y espiritual. No se trata únicamente de una llamada a la evangelización de las propias familias cristianas sino que supone la posibilidad de desarrollar escenarios de reconocimiento y de crecimiento a partir de cualquier situación. En definitiva, un importante desafío relacional, constructivo y educativo para todos.
La segunda supone analizar la realidad más próxima y preguntarnos sobre sus causas, los condicionamientos y los efectos de toda esta realidad en los contextos de las propias comunidades locales o movimientos. En analogía con el ejercicio del Sínodo, «alargar la escucha» —contemplando la realidad—, posar «la mirada en Jesús» —reconsiderar el frescor del anuncio del evangelio de la familia— y «confrontar» —con tal de discernir los caminos por los cuales renovar la Iglesia.
Finalmente, una oportunidad para la praxis comunitaria, es decir, la posibilidad de bajar barreras o fronteras en determinadas situaciones, favorecer un proceso de reconocimiento y respeto ante la diversidad y, a la vez, promover dinámicas de acogida, de animación y de acompañamiento para todas aquellas parejas y matrimonios que libremente deseen vivir un itinerario de crecimiento en la fe y de inserción en la comunidad cristiana.
A estas alturas, en cualquier caso, la visión y la actitud pastoral pasa por un posicionamiento proactivo y creativo mucho más allá de la pura reiteración de esquemas mentales o prácticos. Y, evidentemente, una actividad comprometida más allá de la espera del discernimiento de determinadas cuestiones que el Sínodo se ha preguntado pero que aún no ha resuelto. La necesidad de tomar decisiones pastorales valientes dispone —en el tejido interno de las comunidades— de un latido con un alto poder transformador.
Publicado en Catalunya Cristiana, núm 1837, de 7 de diciembre de 2014, p.14.

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