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La práctica finalización del Adviento y la proximidad de la celebración de la Navidad nos llevan a una cierta revisión del itinerario seguido. A menudo lo hacemos en clave de las actitudes o de las experiencias. Y también desde las acciones. En efecto, éste es un tiempo llamado a una importante actividad: preparar, contemplar, discernir, descubrir, esperar, acoger, aceptar, interiorizar, compartir, recordar, proclamar, invitar, amar, dar... Y toda acción que se expresa mediante un verbo tiene —a más de modo y tiempo— un número y una persona. ¿Qué ha supuesto el «número» y la «persona» en este Adviento?
El «yo» —primera persona del singular— debería tener un protagonismo especial en relación con la personalización y compromiso en cada una de estas acciones. No existe verdadero Adviento sin un esfuerzo individual de acogida, contemplación, descubrimiento, oración o generosidad. El «tú» expresa al otro, cercano o lejano, con nombre y apellidos. Aquel otro que a menudo pasa desapercibido o de puntillas en la vida cotidiana. Un tú que frecuentemente convive durante muchas horas apoyándonos pero que no recibe la atención que necesita. Un tú que el Adviento propone que gane valor e importancia. Un tú para convertirse en sujeto y escenario prioritario. La tercera persona del singular —«Él»— es, en realidad, el núcleo y el sentido de todo. Él es el Señor; el niño Jesús; el niño nacido, buscado y encontrado; el Dios encarnado y hecho hombre. Él es el motivo de una invitación extraordinaria: vivir la humanidad con radicalidad y acoger el don de la salvación. También existe un importante «nosotros», porque este itinerario se comparte en comunidad. La comunidad cristiana fortalece, anima y ayuda a construir la esperanza de manera eficaz. La segunda parte del plural, «vosotros», nos recuerda que el mundo necesita de muchas manos para ser mejorado o reinventado. Las manos de las madres y de los padres, de los abuelos, de los educadores, de los profesionales de la salud, de los científicos, de los voluntarios, etc., pero también de los gobernantes y de las instituciones, y de los que creen o viven con otras convicciones. Un vosotros a quien confiarnos y buscar colaboración y, al mismo tiempo, con quien ser exigentes. Y en nuestra sociedad también encontramos un «ellos», los más pobres y las víctimas de todo tipo de violencia. Los marginados, los excluidos, los sin hogar o víctimas de los desahucios, los violentados, los que sufren enfermedades a las que no se dedican recursos, los que pasan hambre y viven carentes de respuesta a las necesidades más básicas, o mucho peor, condenados a vivir sin dignidad y sin justicia. Sí, los destinatarios prioritarios del Reino...
La reflexión o interpelación sobre cómo hemos preparado este Adviento nos abre a una pregunta más radical. Esta Navidad 2012, ¿tendrá verdaderamente «número» y «persona»?
Publicado en Catalunya Cristiana, núm. 1735, de 23 de diciembre de 2012, p. 18.
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