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El texto conocido como tercer canto del Siervo del Señor (Is 50,4-9) lo leemos en la primera lectura de este domingo, a excepción del primer versículo y la segunda parte del último. ¿Quién es este siervo?. Las propuestas han sido muchas. Si los textos no nos dicen quién es, sí que nos dicen cómo es y cuál es su forma de ser, de comportarse y su relación con Dios.
El personaje está revestido de unos rasgos que se repiten en otros personajes de la historia de Israel. "El Señor me ha hablado al oído". El Siervo del Señor es equiparable a los elegidos a quienes Dios les habla y dirige su palabra: "El Señor comunicó su palabra a Abraham" (Gn 15,1); a Moisés Dios le habla cara a cara (Nm 12,6-8); dirige su palabra a Samuel (1 Sm 3,11); Salomón (1 Re 3,10); Elías (1 Re 17,2); Isaías (7,3; 8,5); Jeremías (1,4; 2,1); Ezequiel (1,1-3). "El Señor comunicó su palabra al profeta ...", casi todos los libros de los profetas menores comienzan con esa expresión o alguna similar (Os 1,2; Jl 1,1; Am 1,1; Jo 1,1; Mi 1.1; Ag 1,1; Za 1,1; Ml 1,1). El Siervo del Señor recibe de Dios su palabra, tal como lo han experimentado los grandes personajes de la historia de Israel y los profetas. Dios escoge personajes singulares para comunicar sus grandes decisiones y con lo dicho se ve como el Siervo del Señor entra en la esfera de estos personajes, sobre todo dentro del conjunto de los grandes profetas de Israel. El Siervo del Señor tiene mucho de profeta.

"He parado la espalda a los que me apaleaban ... no he escondido la cara ante las ofensas y salivazos" (.8) El Siervo del Señor participa del acoso del profeta incomprendido, en esto es cercano a Jeremías a quien los enemigos le dicen: "No profetices en nombre del Señor, si no quieres morir en nuestras manos" (Jr 11,21) y frente a las agresiones de los enemigos el profeta pedirá a Dios "hacedme justicia contra los que me persiguen" (15 , 15). Las desgracias del Siervo están bien reflejadas en la figura del justo sufriente, que tan a menudo se encuentra en el libro de los salmos. "Todos los que me ven se ríen de mí. ... Me acorrala una manada de toros ... unos leones que destrozan y rugen ... Me acorrala una jauría de perros, me rodea una banda de malhechores. (Sal 22,8.14.17). "Me veo amenazado por todos lados, han tomado un acuerdo contra mí, han decidido mi muerte" (Sal 31,14). Los ejemplos son abundantísimos.

Ante la manera de entender las relaciones del ser humano con Dios como un juicio, el Siervo está convencido de que el Señor saldrá en su defensa (v.9) y que las intrigas de los malvados no tienen ninguna posibilidad de éxito en este juicio: "¿Quién quiere pleitear conmigo?" (v. 8). Es la misma confianza que el justo sufriente del libro de los salmos tiene depositada en Dios, también este sabe que en el juicio saldrá bien parado y que los perseguidores injustos no tienen nada que hacer. "Hazme justicia, Dios mío, defiende mi causa contra la gente infiel" (43,1). "Dios mío apresúrate a defenderme. Que queden confundidos y avergonzados los que piden para mí la pena de muerte "(71,3); "El Señor hace justicia a los oprimidos, sentencia a favor de ellos" (103,6).

Por lo que nos dice el tercer canto, el Siervo del Señor es un personaje que, al estilo de los grandes personajes de la historia de Israel, ha recibido el beneficio de la palabra de Dios que le ha sido dirigida para ser esparcida. Su predicación ha sido objeto del rechazo, como lo fue la de los grandes profetas, pero su gran confianza con Dios la ayuda a superar las dificultades más extremas. Está convencido, como Jeremías o el justo sufriente de los salmos que Dios nunca falla.

Domingo 24 durante el año. 13 de Septiembre de 2015

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