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Catalunya Religió
(El Senyal/ Josep Casellas) Entrevista a Ramon Barnera, director de Cáritas Diocesana de Girona
¿Qué tipo de problemas económicos tiene la gente que viene a Cáritas?
En estos últimos tiempos la precariedad económica se ha ido extendiendo. Hay un cambio sustancial: antes de 2007 y después de 2007. Las ayudas en forma de alimentos, un tema típico y clásico en Cáritas, se han incrementado. Otro tema preocupante es la vivienda, que ya era un problema grave para el perfil del usuario de Cáritas, sobre todo inmigrantes. Pero ahora el problema se ha agravado con los desahucios y la imposibilidad de hacer frente a las hipotecas. Prevemos que en el futuro esto seguirá existiendo. La gente que tiene una vivienda está en riesgo de perderla. Y la vivienda social sigue faltando.
¿Cuál es la posición de Cáritas en el tema de los desahucios y de las hipotecas que no pueden pagar?
Son temas jurídicos. Desde Cáritas estamos trabajando a través del programa "Asesoramiento de deudas", con el que miramos si hay soluciones posibles entre el usuario y la entidad financiera. A veces es posible llegar a acuerdos como aplazar los plazos o incluso renegociar las cuotas. Otras veces no hay ninguna posibilidad, y entonces derivamos a las personas hacia lugares donde las puedan asesorar más o en que les indiquen qué posibilidades tienen. El problema es grave y se incrementará en cantidad y en profundidad.
Y referente a los alimentos, ¿qué ofrece actualmente Cáritas?
Hay un nuevo modelo, el de los Centros de Distribución de Alimentos (CDA). Funcionan seis en toda la diócesis. Esto rompe el esquema clásico del servicio de alimentos, que todavía se está aplicando en las zonas donde no hay influencia de los CDA, y que consiste en detectar esta necesidad en el servicio de acogida y proporcionar alimentos. Esto concuerda con la beneficencia. Con el CDA se da un paso más, que mejora mucho en calidad y también en la filosofía de lo que debe ser una ayuda para facilitar alimentos. Estos centros funcionan como pequeños supermercados. En función del tipo de familia -número de componentes, edades...- y de la problemática económica y social, se adjudican unos puntos. Los alimentos del centro tienen una puntuación. Así los usuarios pueden elegir lo que necesitan, de una manera equilibrada. En función de la familia hay un poco de copago, que puede ir de 0 a 6 euros, y que es más simbólico que real, para que se vea que aquello tiene un valor. A cambio de eso, los usuarios se comprometen a hacer cursos de economía doméstica. Hay CDA que ya hace dos años que funcionan y la experiencia es buena, estamos muy satisfechos. Además, este programa nos permite hacer reinserción social, porque el responsable de cada centro es una persona de inserción laboral.
El hecho de que aumenten tanto las demandas relacionadas con necesidades básicas ¿no conlleva el riesgo de profundizar el modelo asistencial en detrimento del de promoción humana?
Cáritas ha hecho, ya hace tiempo, una apuesta por la promoción de la persona y no por el tema asistencial que, sin embargo, no nos acabamos de sacar de encima. Hace cinco años, el aspecto asistencial iba disminuyendo, pero la realidad económica y social de estos momentos nos la ha vuelto a poner sobre la mesa. Entonces tenemos que buscar cosas como la que acabo de explicar sobre los alimentos: una atención que no sea asistencial, sino una herramienta que ayude a las personas, en estos momentos difíciles o de transición, para que puedan ir asistiendo los programas de recuperación personal, de promoción humana. Hace poco estuvo aquí el secretario general de Cáritas Española y dio una cifra muy elocuente: en 2007, que es cuando empezó la crisis, o antes, los usuarios de Cáritas eran inmigrantes, en un 80%, y autóctonos en un 20 %. Ahora la proporción es de 60-40, con la condición de que el volumen de usuarios se puede haber multiplicado por tres o por cuatro. Se ha incrementado, pues, muy significativamente el número de personas autóctonas. Ahora, a los CDA está llegando gente de aquí que, hace dos años, era impensable que tuviera que ir a Cáritas. El usuario de Cáritas, inmigrante o autóctono, no es ningún número ni ninguna cifra estadística, sino una persona. Y el fin de Cáritas es ayudar a recuperar la dignidad de la persona.
Artículo publicado en la revista diocesana El Senyal de Girona.

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