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Catalunya Religió

(Míriam Díez / Jordi Llisterri) Quieren la cabeza de Francisco. Es lo que pide la carta que hizo pública domingo el ex nuncio Carlo Maria Viganò acusando al Papa de encubrir los abusos sexuales del cardenal norteamericano Theodore McCarrick. Un documento que habla de unos hechos que se remontan a antes del 2002.

Que monseñor Viganò no tiene devoción filial al Papa es conocido, que los antibergoglianos italianos querrían que acabase este pontificado y se restaurase la italianidad del Vaticano es una realidad, pero que se atrevaa citar a tantas personas con nombre y apellidos en la carta y pida directamente la cabeza del Papa es inédito. Con una también insólita alianza con los sectores ultraconservadores americanos. Poco a poco, se va conociendo el trasfondo del documento.

El mundo al revés

Des de 2002 la Santa Sede ha optado por la mano dura (tolerancia cero) frente a los casos de abusos sexuales por parte del clero. Y quien cogió claramente el toro por los cuernos fue el papa Ratzinger, con decisiones que incomodaron a muchos católicos que consideraban que los trapos sucios se limpian en casa.

Desde entonces salido nuevos casos, especialmente graves en los países anglófonos. Boston es el primero de amplio alcance y uno de los más desgarradores. Ahora los de la diócesis de Pensilvania y el caso del cardenal Theodor McCarrick, a quien el papa Francisco ha pedido que abandone el colegio de cardenales y se dedique a una vida retirada y de penitencia, después que él mismo reconociese que los abusos de los que se le acusa son ciertos.

¿Quién sabía que el cardenal McCarrick había cometido abusos? Según una carta del ex nuncio Carlo Maria Viganò publicada este domingo, Benedicto XVI y Francisco estaban al corriente, y por eso Viganò, que encarna la oposición al Papa, pide su cabeza: que dimita, por encubridor.

La carta de Viganò se ha hecho pública en medios ultraconservadores como Catholic News Register, Infovaticana o Life Site News. Todos muy bien conectados entre ellos y sostendidos por mecenas y grupos que mueven mucho dinero. La carta la redactaron en Roma el ex nuncio y el periodista italiano Marco Tossati, que lleva años lanzando piedras contra Francisco mientras es aplaudido por una tupida red digital integrista.

En la misiva se hace saber que supuestamente el papa Benedicto XVI habría pedido unas medidas punitivas para el cardenal McCarrick, pero que este no hizo caso. Ara salen pruebas -fotos y datos- del cardenal McCarrick llevando una vida pública e incluso reuniéndose con el papa Benedicto después de esta supuesta amonestación. Es por tanto inverosímil que el Papa le sancione y al mismo tiempo le reciba como si nada. También Viganò participó en alguno de estos actos sin apartar al cardenal supuestamente sancionado.

Como explica muy bien el vaticanista Andrea Tornielli en La Stampa, el documento de Viganò es el mundo al revés: carga el muerto de los abusos precisamente a los Papas que han iniciado la cruzada contra los abusos.

Viganò, Burke, Bannon, Trump, Salvini...

Todas las consideraciones sobre Viganò no pueden distraer de lo más importante. El ataque contra el Papa forma parte de un complot de más alcance.

El cardenal Raymond Leo Burke, que ya lideró la oposición a las tímidas aperturas de Amoris Laetitia, fue el primero en hacerse eco de las críticas de Viganò. Es conocida en los Estados Unidos la alianza del cardenal Burke con Steve Bannon, el ex jefe de estrategia de Donald Trump. Bannon es el nombre que hay detrás del uso de las "fake news" como arma política que impulsó Trump a la presidencia. Y Bannon es un católico integrista declarado. Son conocidas sus actividades -especialmente desde que fue despedido de la Casa Blanca- en el entorno del Vaticano y en contra del papa Francisco (tal y como informó el Internacional New York Times en febrero del año pasado). Entre ellas una histriónica campaña a base de pósters anónimos colgados en Roma en febrero del año pasado en relación a la crisis de liderazgo en la Sobirana Órden de Malta, de la que salió perdiendo el cardenal Burke.

Más recientemente, al dúo Burke-Bannon, se ha añadido un tercer personaje de especial relevancia: Matteo Salvini, el ministro del interior italiano conocido por sus agresivas políticas anti-inmigración de tipo xenófobo. Salvini y Bannon, que se conocen, han atacado también al Santo Padre por su cruzada en defensa de los derechos de los migrantes.

Y en medio de todo esto, el hasta ahora desconocido Dignitatis Humanae Institute, con sede en la abadía de Trisulti, a pocos quilómetros de Roma, dirigido por Benjamin Harwell, católico británico ultraconservador y declarado admirador de Bannon. ¿Los patronos de este instituto? El mencionado cardenal Burke y el cardenal Renato Martino, conocido detractor del papa Francisco.

Todo esto sin hablar de las reacciones que ha comportado la reciente revisión del Catecismo respecto a la pena de muerte. La derecha extrema americana no le perdonará nunca a Francisco que ya no puedan hablar a favor de la pena de muerte como católicos.

Los remordimientos de Viganò

Teniendo este contexto, volvamos a Viganò. Él era nuncio en Washington donde supuestamente tuvieron lugar los hechos que se imputan al cardenal McCarrick. Todo el mundo los conocía pero no dijo nada públicamente. Ahora siente el peso de la conciencia y por eso lo publica. ¿Sí? Un periodista italiano, a quien también le confió la carta antes de salir publicada, explica que Viganò le justificó romper su silencio porque "las grietas de las que hablaba Pablo VI por las que el humo de Satanás había enraizado en la casa de Dios, se han convertido en un torrente. El demonio está trabajando a lo grande. Y no querer admitirlo, o girar la vista hacia otro lado, sería nuestro pecado más grande". Habla porque no le gusta lo que hace este Papa.

¿Por qué ahora? Irlanda ha estado curiosamente escogida porque no sólo es un país donde ha habido muchos escándalos sexuales de abusos, sino también porque se sabía que saldría el tema de la acogida de la Iglesia a las personas homosexuales en el viaje de este fin de semana. Ya antes del encuentro se ha orquestado una campaña con más de 10.000 firmas para que el sacerdote jesuita James Martin (de la revista America Magazine) no participase en el encuentro mundial de familias con el Papa. Finalmente ha ido y ha hecho su intervención, pese a la oposición y la presión contra Martin.

El ex nuncio Viganò encarna la cruzada contra lo que él llama una red homosexual dentro de la Iglesia, que según él es la que propicia los abusos sexuales. En cambio, el padre James Martin es uno de los sacerdotes americanos que más se ha posicionado a favor de la inclusión de los gais dentro de la Iglesia católica. Por lo tanto America Magazine y de rebote los jesuitas salen golpeados.

No es la primera campaña de este tipo. La preparación del Sínodo de Jóvenes también ha sufrido una envestida similar des de los sectores integristas americanos por centrar el debate en cómo inculcar a los jóvenes la recta doctrina y evitar desviaciones y aperturas.

Resentimientos

En la carta de Viganò también se ve la venganza y el resentimiento supuesto por no haber estado nombrado cardenal y haber sido "enviado" a la nunciatura de Washington en un movimiento que él interpretó como sacárselo de encima de la curia. Una enemistad con el entonces secretario de Estado Tarcisio Bertone tampoco ayuda. Viganò acusa a Bertone de ser pro-gay. Tampoco se salva el anterior secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, mano derecha de Juan Pablo II. Viganò carga contra todos los que cita, menos contra Juan Pablo II y no cita a la persona más importante de su pontificado, especialmente al final, el secretario Stanislaw Dziwisz, ahora cardenal de Cracovia. Curioso.

También el hermano de monseñor Viganò, Lorenzo Viganò, es jesuita. Cuando Benedicto XVI pidió a Viganò que fuese de nuncio a los Estados Unidos escribió al Papa diciendo que no quería ir, que tenía que cuidar de un hermano enfermo. El hermano enfermo es este jesuita, que si bien sufrió un ictus hace años, se encuentra bien y considera que su hermano engañó a Benedicto XVI, y además, lo instrumentalizó.

¿Por qué sale ahora?

Todo lo que hay detrás de la carta de Viganò acaba cristalizando en un contexto muy determinado. La petición de la cabeza del Papa no se publica el domingo pasado por casualidad.

- Obispos americanos divididos. Los obispos de los EUA están divididos con el papa Francisco, y no todos ven bien su defensa de los refugiados, su no a la pena de muerte y su posición frente a las personas homosexuales. Antonio Spadaro lo ha explicado muy bien desde La Civiltà Cattolica en más de una ocasión. El momento político que representa Trump tampoco es ajeno a esta realidad.

-Pensilvania. El informe judicial que narra más de 300 casos de abusos de sacerdotes que se perpetraron en las últimas décadas ha sido devastador para la Iglesia de los EE.UU. y para el Papa. Pensilvania ha sido una nueva bofetada con la revelación de más abusos, una praxis que ya no parecía esporádica sino sistémica entre algunos miembros del clero de los EE.UU. El mismo papa Francisco ha confesado que los abusos son execrables y ha expresado vergüenza y dolor. Después de 16 años de la política de tolerancia cero, cae por primera vez un cardenal, McCarrick, la excusa que utiliza Viganò para tirar piedras contra Pedro. Aunque hay un precedente de cardenal caído en desgracia, el de Boston, ya muerto: el cardenal Law, inmortalizado por la película Spotlight acusado de ser el encubridor de los casos de Boston.

- Benedicto XVI está vivo. Pero debido a su delicada salud no está para desmentidos y Viganò confía que el Papa emérito no saldrá a la palestra para aclarar nada. Es lo que esperan, aunque a Ratzinger le carga la responsabilidad de haber "instaurado" unas "medidas", quizá en 2009 o en 2010 contra McCarrick, que después hemos visto que ni el mismo Viganò respetó. Nadie tiene pruebas y no se puede comprobar.

- Irlanda. En Irlanda con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, Francisco ha pedido reiteradamente perdón, y ha pedido que no vuelva a suceder nunca más ningún crimen de este tipo. Es significativo que haya utilizado "crimen" y no sólo "pecado". Pero cualquier cosa que diga Francisco ha quedado cubierta por la sombra de la duda que siembra Viganò, con una extraña alianza en el momento de presentar el tema a la opinión pública de los sectores jurásicos de la Iglesia y del anticlericalismo latente en muchas latitudes.

Seguramente las siguientes entregas de este complot contra el papa Francisco todavía darán más pistas de quién y qué hay realmente detrás de estas repentinas confesiones.

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