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Por Francesc Riu i Rovira de Villar .

El BOE de hoy ha publicado los nuevos currículos de la asignatura de Religión Católica que la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis ha preparado teniendo en cuenta las exigencias de la nueva configuración del currículo escolar. Es normal y lógico que ahora nos preguntemos si el cambio solo ha incidido en la presentación formal de esos currículos o también ha comportado una profunda renovación de su orientación global y de sus contenidos.

No es preciso ser muy lúcido para observar que el error más significativo de los currículos de Religión que hemos conocido en las últimas décadas era su evidente orientación catequética, que impedía que la asignatura de Religión fuese lo que debía ser: una asignatura con la misma dignidad y la misma categoría que las demás asignaturas. En efecto, ni el ámbito académico de las escuelas es idóneo para que en él se realicen actividades de carácter catequético, ni podemos dar por supuesta la fe cristiana de los alumnos presentes en la clase de Religión. El resultado es conocido: en las clases de Religión a menudo se han realizado acciones educativas que no tienen nada que ver con la finalidad y el carácter de esta asignatura.

Pues bien, si ahora analizamos con atención y sin prejuicios los nuevos currículos, y lo hacemos teniendo en cuenta las orientaciones que la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis ha dado a los delegados diocesanos de enseñanza de todas las diócesis de España, deberemos reconocer que, precisamente a partir de ahora, las clases de Religión podrán ser objeto de un cambio profundo, de tal modo que podremos hablar de un antes y un después.

Y todo ello porque se han llevado a la práctica las orientaciones más recientes emanadas de la Santa Sede, según las cuales la enseñanza escolar de la religión católica tiene finalidades específicas diferentes de las finalidades de la catequesis y constituye una propuesta de carácter cultural que puede ser ofrecida a todos los alumnos, sean las que sean sus opciones personales de fe. En efecto, se trata de una enseñanza que, a la vez que ilustra a los alumnos sobre la identidad del cristianismo y la influencia del mensaje de Jesús en el mundo, también asegura que todos los adolescentes y jóvenes tengan acceso al conocimiento de los elementos más característicos de las demás religiones, y en particular de las que profesan algunos de sus compañeros, fomentando el diálogo intercultural e interreligioso. De este modo, «la escuela se convierte en un espacio de diálogo y de serena confrontación, y así promueve actitudes de respeto, escucha, amistad y espíritu de colaboración» (Papa Francisco).

Los nuevos currículos de la asignatura de Religión Católica parten de un principio: se trata de una asignatura que comparte los mismos objetivos de etapa que las demás asignaturas y se propone que los alumnos adquieran las competencias correspondientes; por tanto, la clase de Religión también fomenta la interdisciplinariedad y el trabajo cooperativo.

No obstante, los currículos de la asignatura de Religión, como todos los demás, podrán ser objeto de lecturas muy diversas. En mi opinión, si los leemos teniendo en cuenta las orientaciones de la Santa Sede, sumamente explícitas, el año 2015 comportará un cambio profundo y muy significativo en las clases de Religión, un cambio que incidirá positivamente en el trabajo de los profesores y profesoras, y también en los aprendizajes de todos los alumnos. En el futuro, las clases de Religión ya no serán lo que a menudo todavía son en la actualidad. Es una buena noticia.

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