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El texto del evangelio de este domingo recoge los versículos (Jn 15,9-17) que siguen a los 8 primeros del capítulo 15 del evangelio de Juan que hablan de la permanencia de Jesús con los discípulos expresada con la imagen del cepa y los sarmientos.

En la pertenencia se añade un elemento nuevo, el amor que junto con "mandamiento" devendrán los temas fuertes de estos versículos. La savia que une cepa y sarmientos es la savia del amor, aquí hay un salto cualitativo importante. El mandamiento del amor ya ha aparecido en el capítulo 13: "Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros" (V.34). En el texto de hoy se presenta la motivación que origina la exigencia del amor. Está presentada como una de correa de transmisión: el Padre ama a Jesús, éste ama a los discípulos y, en consecuencia, los discípulos han de amarse entre ellos imitando el amor existente entre Jesús y el Padre.

Un mandamiento nuevo. ¿Cuál es la novedad del mandamiento? En primer lugar que quien lo da es Jesús. Las órdenes de la antigua alianza fueron dados por Dios al pueblo de Israel en el monte Sinaí (Ex 19); al ser explicados y enseñados por los rabinos parecía que eran éstos quienes les imponían. Ahora el mandamiento de la nueva y definitiva alianza es dado por Jesús a sus discípulos; es nuevo porque se distingue de los dados en el Sinaí (Ex 19), sobre todo por poner en primer lugar el amor a los demás que pasa por delante los cultos y ritualismos. El gesto profético de lavar los pies ilustra pragmáticamente el recíproco amor de unos hacia los otros. En el amor a los demás se va perfilando lo que a lo largo del capítulo 15 (vv. 1.2.4.5.8.16) significa dar fruto.

El amor a los demás se refleja en Jesús que predica el amor con palabras y actuaciones y que llega al punto culminante en su muerte en la cruz. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos" (v.13). El amor de Jesús es un compromiso que llega hasta la muerte. Amor que no lo detiene ni la muerte porque la muerte en sí ya es en Jesús un acto de amor. Las comunidades cristianas perseguidas entendían muy bien que el compromiso en el amor podía llegar a tener consecuencias muy duras y, en algunos casos, la misma muerte.

El amor vivido toma forma en la amistad. "Ya no os llamo siervos ... a vosotros os llamo amigos" (v.15). Lázaro es el amigo de Jesús nos ha dicho Juan (Jn 11,11). Ser amado de Jesús o ser su amigo son una única y misma realidad. Los amigos de Jesús no son esclavos, el salto cualitativo es importante, es la diferencia que hay entre el saber y el no saber. El esclavo entregado totalmente al servicio de su amo no sabe nunca lo que le puede mandar, en cualquier momento el dueño le puede mandar un trabajo que él no ha previsto. No está en condiciones de dar una orientación a su vida porque su vida no depende de él sino del amo. Su existencia es imprevisión y alienación. En cambio, la relación de amistad está marcada por el intercambio y la transparencia, permite la comunicación mutua, sabe lo que quiere el otro para poder dárselo, el comportamiento es libre y cada uno puede dar sentido autónomo a la propia existencia. La amistad con Jesús es realización de la persona humana y libertad.

El mandamiento del amor va ligado con la alegría. Es la alegría compartida con Jesús y con la comunidad. No es la alegría de la fiesta mundana o la que se obtiene con los éxitos y los triunfos de la vida, es una alegría silenciosa que anida en lo más profundo de la persona. Es la alegría que perdura y se mantiene aunque las dificultades de la vida parece que la tengan eclipsada, pero es totalmente real porque es la alegría que, originada por su amor, viene de Dios.

Domingo 6º de Pascua. 6 de Mayo de 2018

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