Moisés y Elías con Jesús

Comentario al evangelio del 2.º domingo de Cuaresma. B

En el evangelio del segundo domingo de Cuaresma se lee el relato de la transfiguración de Jesús. Este año corresponde leer el texto de Marcos (Mc 9,2-10). Poco antes del relato de la transfiguración, Marcos ha explicado la curación del ciego de Betsaida (8,22-26) y posteriormente narrará la curación del chico poseído por un espíritu maligno que la poca fe de los discípulos no conseguirá liberar (9,14-29). Dos relatos símbolo de la ceguera y la poca fe de los discípulos. Ante esta ceguera y poca fe Jesús los quiere fortalecer manifestándose, transfigurado, con una relación única con Dios, el Padre y portador de un mensaje que sobrepasa el contenido de la Ley de la palabra profética. Jesús intenta aclarar a sus discípulos más recalcitrantes como entiende su función mesiánica.

Jesús y los tres discípulos escogidos, Pedro, Jaime y Juan suben a una montaña alta. La montaña es símbolo del esfuerzo ascético, aleja de la mundanidad y de los obstáculos que se puedan interponer para darse cuenta de la auténtica persona de Jesús hecho visible en la transfiguración. Marcos establece una contraposición entre la montaña donde se produce la transfiguración y la montaña de Sión donde está el templo de Jerusalén lugar por excelencia de la presencia de Dios. La manifestación divina tiene lugar no en Jerusalén donde correspondería sino en una montaña sin nombre. La montaña acerca a Dios por eso se convierte en el escenario ideal de la transfiguración de Jesús. El relato está lleno de elementos propios de la manifestación divina: la montaña como lugar de la manifestación divina (Ex 19,20; 1 Re 19,9-18), la nube como símbolo de la presencia de Dios y la voz de Dios que habla desde la nube (Ex 24,16), el traje blanco recuerda el traje blanco del anciano (Dios) del libro de Daniel (7,9).

A la tríada de los tres discípulos se yuxtapone la tríada que forman Jesús, Moisés y Elías. Consagrados por la tradición oral y escrita Moisés y Elías son dos personajes muy significativos dentro de la historia y las tradiciones religiosas de Israel. El rabinismo los tuvo en gran consideración. Tienen también un peso importante en la literatura apocalíptica, tanto es así que alguno de sus libros llevan en el título su nombre: “Testamento de Moisés” y “Apocalipsis de Elías”.

En el plan de lectura de la sinagoga que leía un fragmento de la Torà, la Ley y un fragmento de la Haftarà (profetas) se leían unos textos que establecían la conexión entre Moisés y Elías unidos en el combate contra la idolatría. Moisés se encaró a los constructores del becerro de oro (Ex 32 ) y Elías combatió contra los profetas de Baal ( 1 Re 18,20-40). Los dos tienen una experiencia de encuentro con Dios en una montaña (Ex 19,20; 24,12; 34,4-7; 1 Re 19,9-18). También tienen en común que ninguno de los dos murió. El segundo libro de los Reyes narra que Elías fue llevado al cielo (2 Re 2,1-12) y a pesar de que el Deuteronomio da noticia de la muerte y entierro de Moisés (34,5-6) algunos rabinos mantienen que tampoco murió.

De Elías hay que decir también que era el profeta esperado que tenía que venir antes del advenimiento de Mesías. Así lo preveía la profecía de MalaquÍas: “Antes de que llegue el día del Señor, día grande y temible, yo os enviaré el profeta Elías” (Ml 3,23).

Lo más importante, pero, es que Moisés y Elías representan la Ley y el profetas, todo el que en tiempo de Jesús se reconocía como el Antiguo Testamento, como Escritura. Moisés representante de la Ley y Elías del profetismo. Marcos no explicita el tema de la conversación como lo hará Lucas pero la proximidad de los anuncios de la pasión (8,31-33 y 9,30-32) hace suponer que este sea el tema.

El relato de la transfiguración quiere mostrar que Jesús es el único intérprete del Padre. Desde ahora ya no será la voz de la profecía representada por Elías, ni las complicadas interpretaciones rabínicas de la Ley representada por Moisés el que habrá que escuchar. Ahora será la voz de Jesús que se impone a cualquier voz que la quiera sustituir.

Domingo 2.º de Cuaresma. 25 de Febrero de 2024