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El texto de la segunda lectura que leemos este domingo (1 Co 15,45-49) puede presentar para los lectores de los tiempos presentes una cierta dificultad ya que Pablo se vale de un método rabínico al que se le puede dar el nombre de “paralelismo antitético”, es decir, establecer un parecido entre la figura de Adán y la persona de Cristo, salvando, sin embargo, las diferencias y distancias que evidentemente hay entre ambos, por eso decimos antitético.

Adam es una figura que la literatura apocalíptica intertestamentaria (“Vida de Adam y Eva”, “IV de Esdras”) considera un tipo y Pablo usa este tipo como recurso para exponer lo que pretende. Lo hace en 1 Co 15,20-28; Rm 5,12-20 y en el texto que leemos hoy 1 Co 15,45-49. Según el IV libro de Esdras, Adán se habría convertido en la cabeza de toda la humanidad. Es el primero de una humanidad caída y lo que acontece en él tiene repercusión en todos los seres humanos que vendrán después. En contraposición, Cristo es el nuevo Adán, cabeza de una nueva humanidad y lo que acontece en él tendrá también repercusión en todos los que vendrán después.

¿Qué pretende Pablo con el uso de la figura de Adán contrapuesta a Cristo? En el versículo anterior al texto que nos ocupa, Pablo ha hablado de dos tipos de cuerpos, unos naturales (psyquikon) y otros espirituales (neumatikon). ¿Y esto por qué? Algunos cristianos de Corinto habían cuestionado la realidad de la resurrección de los creyentes. En tiempos de Jesús, algunos judíos saduceos habían negado cualquier posibilidad de resurrección o vida después de la muerte (Lc 20,27-40); otros judíos como los fariseos creían en la resurrección de los muertos (Jn 11,24). De lo contrario en Corinto, ciudad griega, los griegos que había estaban influenciados por el dualismo platónico. Platón enseñó que nuestros cuerpos son mortales, pero nuestras almas existían antes de nuestra vida en la tierra y seguirán existiendo más allá de esa vida. A los griegos les resultaba difícil creer en la resurrección del cuerpo, en cualquier caso, lo que sería posible es la pervivencia del alma. La antropología judía, en cambio, enfatizaba a la totalidad de la persona, alma y cuerpo, un todo inseparable. Una resurrección del alma independiente del cuerpo era inconcebible. Lo que Pablo se propone es convencer a los corintios de que la resurrección del cuerpo es posible, eso sí, en un cuerpo diferente al que tenemos antes de morir.

El texto de la lectura de hoy permite descubrir la diferencia que establece Pablo entre un cuerpo natural y un cuerpo espiritual, es decir, entre el cuerpo de Adán y el cuerpo de Cristo resucitado. Pablo hace referencia al pasaje de Génesis (2,7) que explica la creación de Adam. Éste es creado del polvo de la tierra y no se convierte en un viviente hasta que recibe la “psyqué”, lo que nosotros llamamos el alma. Si no fuera así restaría un cuerpo inerte, totalmente carente de vida. No es así en el cuerpo de Cristo, éste posee el “neuma”, el espíritu, tiene la vida y no sólo la tiene sino que es capaz de darla, de transmitirla. Pablo se vale de dos verbos griegos diferentes ”zaô” y “zôopoieô”, vivir y dar vida, para indicar la diferencia que existe entre Adán que es un viviente y Cristo que es un vivificante.

Adán y Cristo tienen cuerpo y en esto son iguales, pero son diferentes por su existencia en el tiempo y por su origen. El cuerpo natural es primero que el cuerpo espiritual. La resurrección, por tanto, pertenece al orden de los tiempos futuros, los que deben venir. El cuerpo natural proviene del polvo y como tal está destinado a volver al polvo (Gn 3,19), siendo así imposible la realidad de una nueva vida. El cuerpo espiritual es celestial, apto, por tanto, de ser poseedor de vida y capaz de comunicarla.

Los rabinos consideraban que todos los seres humanos reciben las consecuencias de los actos de Adán, por el mismo principio, si Cristo es el jefe de una nueva humanidad, debe admitirse una solidaridad con la persona de Cristo que hace que recibamos las consecuencias de lo que aconteció en Él: si resucitó con un cuerpo espiritual, también, con toda lógica, nosotros resucitaremos con un cuerpo espiritual.

Domingo 7 durante el año. 20 de Febrero de 2022

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