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Por Jordi Llisterri i Boix .
Vatican News

Me van a perdonar que me meta en una discusión casi bizantina. Si este jueves por la mañana hemos despedido al obispo emérito de Roma o al papa emérito. En realidad, se ha hecho ambas cosas, pero es verdad que el acento litúrgico se ha puesto más en el obispo emérito, desnudando la ceremonia de despedida de Benedicto XVI de la mayoría de elementos que remarcaban la jurisdicción del obispo de Roma en toda la Iglesia universal y su dimensión ecuménica.

En principio, la idea respondería a la voluntad de diferenciar un funeral de un papa en funciones al de una papa emérito. Expresado también en la decisión de rebajar mucho la presencia diplomática. Sólo como ejemplo, esta vez desde Urgell Joan-Enric Vives ha asistido como arzobispo y no como jefe de Estado como ocurrió en el funeral de Juan Pablo II.

Pero recordemos que Francisco siempre se ha querido presentar primero como pastor, después como obispo de Roma, y, a causa de ello, como obispo con el peso de la sede de Pedro y de su responsabilidad en toda la urbe católica; es decir, como papa. Por tanto, creo que lo que hemos visto es el funeral que querría el papa Francisco por un papa, que es obispo de Roma, independiente de su situación jurídica en el momento de la muerte. Lo veremos definitivamente si Francisco decide reformar el Ordo exsequiarum Romani Pontifi que lo regula.

Dentro de las discusiones de estos días también se abre otra. Si la desaparición de Benedicto XVI desarticulará o alentará a las furias antirreformistas. Es decir, cardenales como Müller, Sarah y Burke o más cerca a Rouco y Cañizares, que hasta ahora han intentado aprovechar la figura de Benedicto XVI para desautorizar a Francisco. Pero siempre se encontraron con el problema de que el papa emérito no les siguió la corriente. Y que la relación entre Francisco y Benedicto XVI -películas aparte- era más intensa y cordial de lo que muchos esperaban.

El secretario de Benedicto XVI, Georg Gänswein, ya nos ofreció una muestra el miércoles con el papa emérito todavía de cuerpo presente. Poniendo en boca de Benedicto XVI que se había sentido muy dolido cuando Francisco retiró algunos privilegios litúrgicos que concedió su antecesor a quienes querían mantener el rito tridentino. Y no es la primera vez que se acusa al hasta ahora secretario de Benedicto XVI de querer reinterpretar su pensamiento. Padre Georg, callado está más guapo.

Sin el emérito las fuerzas del mal ya no tendrán dónde agarrarse. Pero hasta ahora, el simple silencio de Benedicto XVI desautorizaba ya cualquier intento de ir contra el papa. Será interesante ver quién y cómo querrá aprovecharse de Benedicto XVI ahora que ya no está. Oposición a Francisco no falta, pero mientras se va renovando el colegio cardenalicio y la curia, y la rodilla aguante, el tiempo corre en su contra.

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