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Seguimos en el Evangelio con la lectura de las composiciones propias de Lucas. Este domingo corresponde el relato del recaudador de impuestos Zaqueo (Lc 19,1-10). La escena ocurre en Jericó. Recordemos que Jesús hace camino hacia Jerusalén (17,11), centro neurálgico de la tierra prometida. Jericó era la ciudad de entrada. En Jerusalén Jesús pretende iniciar la construcción de un nuevo Israel. El personaje de Zaqueo jugará un papel importante en esta reconstrucción: a un recaudador de impuestos, marginado y odiado le será restituida la condición de hijo de Abraham, es decir, miembro de pleno derecho del pueblo de Israel. En la Jericó del Antiguo Testamento, la prostituta Rahab aloja los espías de Josué. Más adelante Josué / Jesús (los dos nombres tienen la misma raíz) protege Rahab y a su familia que acaban formando parte y viviendo en medio del pueblo de Israel (Js 2,1-6; 6,22-25). Zaqueo, marginado como Rahab, acoge a Jesús y termina reintegrado en lo que será el nuevo pueblo de Israel.

Las referencias a otros pasajes del evangelio de Lucas pueden ayudar a comprender mejor el episodio de Zaqueo. Existe una semejanza entre Leví y Zaqueo (Lc 5,27-32): ambos son recaudadores de impuestos; Jesús come con ambos y entra en su casa; en los dos episodios, Jesús es criticado por el hecho de comer con pecadores; tanto Leví como Zaqueo experimentan un cambio radical; el contenido de las palabras conclusivas de Jesús es similar. Podríamos decir que lo que ocurre en casa de Zaqueo amplía lo ocurrido en casa de Leví.

Así como existe similitud entre Leví y Zaqueo, existe también una contraposición entre este y el hombre rico e importante de 18,18-30. Éste, ante el ruego de Jesús de vender lo que tiene y repartirlo entre los pobres, se marcha triste. Zaqueo, en cambio, ofrece la mitad de sus riquezas a los pobres y restituye cuatro veces lo que ha defraudado. Es más de lo que exige la Torá (Lv 6,5; Nm 5,7). Zaqueo se habrá hecho un tesoro en el cielo (18,22) y se habrá procurado un buen lugar en las moradas eternas (16,9).

La decisión del hombre rico e importante provoca la exclamación de Jesús: "Que difícil para los ricos entrar en el Reino de los cielos" (18,24) y la pregunta de los discípulos, que viene a continuación, parece confirmar las palabras de Jesús: "¿Quién puede salvarse?" (18,26). En el episodio de Zaqueo se encuentra la respuesta a estas cuestiones. No es imposible a los ricos entrar en el Reino si hacen como Zaqueo: renunciar a sus bienes para mejorar la vida de los pobres. Es así como la salvación es posible y queda de esta manera contestada la pregunta de los discípulos. La salvación no sólo es posible, sino que se hace una realidad evidente con comportamientos como el de Zaqueo.

Juan Bautista, ante un auditorio hostil, proclama que Dios puede sacar hijos de Abraham de las piedras (3,8). Jesús, ante el jefe de la sinagoga, proclama hija de Abraham la mujer encorvada (10,13-17). Ahora declara hijo de Abraham Zaqueo ante quienes pretenden ser solo ellos los que pueden alardear de esta condición. Zaqueo odiado, despreciado, tachado de pecador (aunque nadie se lo diga a la cara porque tiene mucho dinero) recobra gracias a Jesús la verdadera condición de hijo de Abraham.

La casa de Zaqueo es símbolo de la nueva comunidad, la que inaugura una nueva manera de ser hijo de Abraham; aquella donde tienen cabida personas como Zaqueo que han sido transformados por la liberación de Jesús. La comunidad de los enfermos necesitados de médico, de los perdidos que se han salvado, de los pecadores que se han convertido justos. La comunidad de los que, viniendo de oriente y de occidente (Lc 13,28), se sentarán a la mesa del Reino con Abraham, Isaac y Jacob.

Domingo 31 durante el año. 30 de Octubre de 2016

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