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El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto se lee siempre en el primer domingo de cuaresma y este año corresponde hacerlo con el texto de Lucas (Lc 4,1-13). Jesús experimentó la tentación de abdicar de su misión en el tiempo que duró su actividad y su predicación. No es un desatino pensar que quisiera abandonar, al ver la animadversión de los que le escuchaban (6,11; 11,53), la incomprensión de los discípulos (9,45), o amenazas de muerte (13,31; 19,47 ). Sufrió el debate interior en Getsemaní (22,39ss) y la tentación en la cruz plasmada en las burlas (23,35), la traición de Judas (22,3), la negación de Pedro (22,54-62). Por todo ello, Jesús no es diferente a los profetas del Antiguo Testamento que quisieron abandonar su misión. Lo vemos en Elías (1 Re 19,3), en Jeremías (Jr 11,21; 20,9), Jonás (Jon1,3).

Lucas, igual que Mateo, sigue el relato de Marcos construido para evidenciar que las tentaciones en la actividad y la predicación de Jesús y en el momento de su muerte existieron. Es un relato de valor simbólico, no histórico. No ocurrieron tal como son contadas por estos relatos, pero eso no quiere decir que no fueran experimentadas por Jesús. Lucas habla de una experiencia por la que Jesús ha pasado, pero lo hace con un lenguaje que lleva a impresionar fuertemente los oyentes. La intensidad de este relato desdibuja tal vez los detalles e indicios de las tentaciones que soportará Jesús a lo largo de su misión, que están escondidas en la hostilidad a la recepción de su mensaje. El relato no pretende ser una instrucción dirigida a los cristianos para que no sucumban en la tentación, si así fuera, Lucas no hubiera escogido un diálogo en forma de discusión rabínica que va desarrollando una controversia con citas de la Escritura que son rebatidas por otros citas, todas ellas merecedoras de una elaborada interpretación.

Las tres escenas tienen el denominador común de corregir la idea equivocada de la misión de Jesús como Hijo de Dios. Hay que tener en cuenta que en el relato del Bautismo, la voz del cielo acaba de decir: "Tú eres mi hijo" (3,22). Las tres escenas describen a Jesús como Hijo de Dios, obediente a la voluntad del Padre y que no cede a utilizar sus poderes o su autoridad de Hijo para una finalidad diferente a lo que constituye el núcleo de su misión.

La negativa de Jesús a satisfacer las peticiones del diablo está en sintonía con la negativa a dar algún signo o señal prodigiosa en respuesta a la exigencia de sus opositores (11,16). El relato de las tentaciones quiere responder a la pregunta de por qué Jesús, entre los prodigios y milagros que hizo, no hizo ninguno que le sirviera de aval al conjunto de su misión y pusiera nítidamente de manifiesto la protección de Dios para con su pueblo que debía producirse en la era mesiánica.

Las tres escenas de las tentaciones conectan con las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto donde fue puesto a prueba por Dios (D 8,2). Jesús revive la experiencia de Israel, si no hubiera sido así, su mensaje no hubiera sido creíble. A pesar de tener el maná, Israel suspirando por las ollas de carne y las cebollas de Egipto (Nm 11,4), vivió la tentación de buscar alimento al margen de los planes de Dios. Jesús recuerda que seguir la voluntad de Dios pasa por encima del hecho de pasar hambre. Israel vivió la tentación de dar culto a otros dioses (Dt 12,29-31). Jesús rechaza la tentación de rendir homenaje a cualquier otro que no sea Dios su Padre. En Masá y Meribá Israel puso a prueba a Dios porque quería agua (Ex 17,2). Jesús rechaza la intervención de Dios que lo proteja y ratifique ostentosamente la misión que el Padre le ha confiado. Allí donde Israel fracasó, Jesús triunfa.

Domingo 1º de Cuaresma 14 de Febrero de 2016

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