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El texto del Apocalipsis, que leemos en la primera lectura de hoy (Ap 7,2-4.7-14) nos presenta una gran visión, incluida entre la apertura del sexto y séptimo sellos (6,12 y 8,1 ). Cuatro ángeles están preparados para hacer daño al mundo. Parece que Dios ha decidido responder al rezo de las "almas de los que habían sido inmolados por causa de la palabra de Dios y el testimonio que habían dado" (6,9). Decían: "¿Cuánto tiempo tardarás en hacer justicia y pedir cuentas de nuestra sangre?" (6,10). Dios les comunica que hay que esperar hasta completar el número de servidores de Dios.

Fijémonos en que la visión de hoy se desarrolla en dos partes. En la primera parte el número de siervos de Dios es de 144.000. Evidentemente es una cantidad simbólica que resulta de multiplicar el número 12 por sí mismo y luego por mil. El doce es el número de las tribus de Israel, por lo tanto nos encontramos ante un Israel numerosísimo y aún multiplicado por mil. Mil en hebreo se aplica a lo que es numéricamente imposible de cuantificar por su superlativa abundancia. Representa el auténtico y verdadero nuevo Israel.

El número 4 hace referencia a la totalidad del espacio terrestre. Los ángeles, muy presentes en la simbología apocalíptica, son los agentes de las órdenes de Dios y los que accionan los fenómenos atmosféricos y los movimientos de los vientos (1 Hen 60,11-22). La marca en la frente es imagen de la protección de Dios. Aquí recuerda el pasaje de Ezequiel (9,4-6), donde un ángel pone una marca la frente de los que han rechazado la idolatría y así escapan de la muerte. Más adelante, en el capítulo 14, se explica que esta marca consiste en llevar: "el nombre del Cordero y el nombre de su Padre" (Ap 14,1). La carta a los Efesios recuerda que los que han creído han sido marcados con el sello del Espíritu Santo (1,13; 4,30). Los señalados se contraponen a los que llevan la marca de la bestia (símbolo de todo lo que se opone a Jesús y a los perseguidores de las comunidades cristianas) en el frente (13,16). Marcar 144.000 hace pensar en el recuento de Moisés y Eleazar, registrando israelitas aptos para el ejército (Nm 26,1). Los marcados del Apocalipsis muestran cuántos han sido los voluntarios a dar la vida por el Evangelio.

En la segunda parte de la visión los 144.000 aumentan. Los recuentos se quiebran. Ahora hay una multitud incontable. Si el primer grupo representa el nuevo Israel, aquí surge un colectivo que procede de todas las naciones de la tierra. La escena puede parecer una acción litúrgica o una audiencia real, que ocurre en el salón del trono de Dios. Están de pie ante el trono. Cuando se dice que el cordero (5,6) está de pie, como degollado, se quiere decir simbólicamente que el resucitado es el Jesús que murió. Estar de pie es una manera de decir resucitado. Quiere decir, también, estar en una situación de dignidad, propia de quien ha sido liberado (Lc 21,28), del que ha abandonado la situación de sumisión respecto de los perseguidores.

El vestido tenía que ver con el interior de la persona. Cambiar de vestido significa que se ha producido un cambio en el interior de la persona. "Los bautizados os habéis revestido de Cristo" (Gl 3,27) dirá Pablo. Los vestidos que se han vuelto blancos dan a entender el cambio que se ha operado en los que vienen de la gran tribulación. El martirio les ha identificado con la muerte de Jesús (la sangre) y los ha dejado blancos, libres de cualquier impureza o pecado. Esta nueva condición los hace merecedores de honor (el vestido blanco es también un vestido de honor) y de celebrar la victoria, evidenciada con el símbolo de las palmas, que en el imperio romano eran el emblema de la diosa victoria y, en el mundo judío, representaban el gozo y la alegría de la fiesta de las cabañas.

Festividad de Todos los Santos. 1 de Noviembre de 2015

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