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El escrito del Nuevo Testamento, que conocemos como Primera carta de Juan no es propiamente una carta, sino una exhortación dirigida a una comunidad, que se mueve en el entorno del grupo de cristianos, productores y receptores de los escritos joánicos (Evangelio y cartas de Juan). Un fragmento de ellos se lee en la segunda lectura de este domingo (1 Jn 5,1-6). El autor es un representante autorizado, que enlaza con la tradición joánica. El escrito, en conjunto, alerta a la comunidad de las opiniones de los disidentes. Acusa a éstos de no cumplir el mandamiento del amor.
A pesar de que no se encuentren en el escrito citas directas del evangelio de Juan, hay un consenso muy extendido, que establece una estrecha relación entre el Evangelio y este escrito. La expresión "nacido de Dios", que aparece en el v.1 es muy cercana a la que encontramos en la conversación de Jesús con Nicodemo: "nacer del agua y del Espíritu" (Jn 3,5). También el verbo amar, que en nuestro escrito aparece 5 veces, aparece también en el Evangelio, donde en los discursos de despedida se halla en 10 pasajes. Las órdenes de que habla nuestro texto deben entenderse en clara referencia al mandamiento del amor (Jn 13,34). El mundo tiene, en este escrito, el mismo sentido que el dado en el evangelio (Jn 15, 18-19; 17,16). Es lo que se opone frontalmente a Jesús y al Padre y la expresión "vencedor del mundo" (v.4s) la encontramos en el evangelio cuando se dice que Jesús ha vencido al mundo (Jn16,33).
El escrito quiere advertir a los disidentes de la comunidad. La disidencia habrá creado, seguramente, divisiones, enfrentamientos, rivalidades y quizás odios. La intensa presencia del verbo amar quiere poner remedio a esta situación. Pone en relación tres realidades: Dios, el amor y los mandamientos. El cumplimiento de los mandamientos no es otra cosa que amar a los demás y esto va íntimamente ligado al amor a Dios (el argumento es: nadie ama un padre sin querer a los hijos que de él han salido). Visto de otro modo: El amor a Dios tiene una concreción muy bien especificada, el cumplimiento de los mandatos y éstos no exigen otra cosa que querer a los demás. De ahí que el amor a Dios se identifica con el amor a los demás.
Hay una afirmación en el texto, digna de ser comentada: "Jesucristo ha venido a cumplir su misión por el agua y la sangre" (v.6). Uno de los puntales de la misión de Jesús es el don del Espíritu. Este don empieza a manifestarse en su bautismo, ya que Jesús, una vez bautizado y una vez haya descendido sobre él el Espíritu, es capaz de darlo: "Este sobre quien veas que el Espíritu baja y se pone, es el que bautiza con el Espíritu Santo "(Jn 1,33). Pero el don del Espíritu no va unido sólo al hecho del bautismo de Jesús, sino también al evento de su muerte: "os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no vendrá a vosotros, en cambio si me voy os lo enviaré "(Jn16,7). El don del Espíritu Santo, como misión de Jesús, se muestra vinculado a su bautismo y su muerte (agua y sangre). Seguramente los disidentes de la comunidad reconocían el valor del bautismo y no el de la muerte, por eso el texto insiste en que no sólo por el agua, sino por el agua y la sangre. En lenguaje de comunidades cristianas, agua y sangre se refieren también a los sacramentos del bautismo y la eucaristía. A través de ellos nos viene Jesús y a él tenemos acceso. Ello no puede entenderse si no es por el don del Espíritu, que nos da la capacidad. Por eso se dice que el Espíritu es la verdad.

Domingo 2º de Pascua

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