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El texto del evangelio de Juan, que leemos este domingo (12, 20-33) se puede repartir temáticamente en tres fragmentos: 1) Los griegos que quieren ver a Jesús (vv. 20-22); 2) La hora de Jesús y dichos sobre la muerte y el sufrimiento (vv.23-27); 3) La glorificación y la voz del cielo (vv. 28-33). Es un texto denso, cargado de detalles y expresiones que posibilita muchas interpretaciones y que daría para un largo comentario. Nos fijaremos en algún aspecto.
Unos griegos quieren ver a Jesús. Sorprendente, si tenemos en cuenta que nos encontramos en Jerusalén, ciudad que impacta por la maravilla monumental de la antigüedad: el templo. Ellos no quieren ver el templo, quieren ver a Jesús. Se dirigen a Felipe y Andrés dos discípulos con nombre griego. Estos lo transmiten a Jesús y el acontecimiento queda como colgado, porque las palabras que siguen de Jesús parecen dirigidas a un auditorio más general. El texto no dice si vieron a Jesús. Esto tiene su intencionalidad, porque el auténtico Jesús es el Jesús clavado en la cruz. El rótulo de la cruz está escrito también en griego (19,20). Leyendo y viendo, los griegos comprenderán bien en ese momento quién es Jesús. Se dirigen a Jesús, no al templo porque el templo ahora es la cruz. El templo era el lugar donde se manifestaba la gloria de Dios; ahora es en la cruz donde se manifiesta, desciende y revela la gloria de Dios. Los griegos que quieren ver a Jesús no hacen más que confirmar el pánico de los fariseos cuando dicen: "El mundo entero le sigue" (12,19) y también anticipar la verdad de las palabras de Jesús: "Cuando sea levantado ... atraeré todos hacia mí "(V.32). La cruz es factor de unidad para una humanidad rota, que recupera la unidad con la imagen de los griegos que quieren ver a Jesús. Estos griegos podrían ser judíos residentes fuera del territorio del Israel histórico, aquí es más coherente pensar que se trata de paganos o gentiles, temerosos de Dios. Son la figura de los paganos que se incorporarán a la comunidad cristiana, hecho que ilustra que la muerte de Jesús tiene un alcance universal. El ofrecimiento de la salvación es universal, lo que no es universal es la aceptación de este ofrecimiento.
Por la cruz la salvación llega, incluso, a los paganos y esto hace evidente que la hora de la glorificación ha llegado. El evangelio de Juan establece un nexo muy estrecho entre glorificación y muerte de Jesús. La glorificación no se limita a la resurrección. Muerte y resurrección son dos momentos de un acontecimiento único: la glorificación, que no borra la dureza de la cruz, por eso Jesús dice: "Ahora me siento conturbado" (v. 27).
En el Antiguo Testamento los grandes hechos, las grandes gestas salvadoras y liberadoras de Dios son las que manifiestan su gloria. "Entonces manifestaré mi gloria venciendo el faraón" (Ex14,17); "Los extranjeros respetarán el nombre del Señor .... cuando el Señor restaurará Sión y manifestará su gloria" (Sal 102,16s). La cruz es ahora la gran hazaña salvadora de Dios porque el príncipe de este mundo será echado fuera como en otro tiempo fue derrotado el faraón y, como gesta de salvación, en ella se manifiesta la gloria de Dios. Así como en otro tiempo la gloria de Dios se manifestó en la liberación de Egipto y en la restauración de Sión después del exilio, ahora se manifiesta en la cruz o muerte a Jesús como el sirviente (Is 53,11) que después de lo que ha sufrido hará justos a los demás.

Domingo 5º de Cuaresma. 22 de Marzo de 2015

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