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Catalunya Religió

(Fundación Claret) Este octubre, dentro del ciclo organizado por la Fundación Claret de cómo educar a los niños en la interioridad y la espiritualidad, Francesc Torralba pronunció en la Sala Pere Casaldáliga de la Librería Claret, la conferencia, «Cultivar la inteligencia inteligencia espiritual en los niños» con asistencia de un buen número de personas. En las siguiente líneas encontrareis un resumen que se puede completar con la totalidad de la conferencia en vídeo que hay a continuación.

El concepto de inteligencia espiritual adquiere su relevancia en 1983 con las inteligencias múltiples de Howard Gardner, dejando la puerta abierta a lo espiritual que él, sin embargo, no desarrolló. Más tarde, en la década de los 90, aparece el concepto de inteligencia emocional de Goleman que tuvo una recepción capital en el campo de la educación. En 2002 los estudios de Ian Marshall hablan de una nueva inteligencia no englobada en las múltiples de Garner ni en la emocional de Goleman, pero que está dentro de la formación y educación integral de los niños que recoge todas las inteligencias. Su contribución fue afirmar que, como persona que es, el niño tiene una espiritual que hay que trabajar y cultivar como el resto de capacidades sociales y emocionales que ya desarrolla normalmente.
Al plantearse la inteligencia espiritual en los niños hay que distinguir tres niveles: la espiritualidad, la religiosidad y la confesionalidad. Cuando se afirma que en toda persona hay inteligencia espiritual, ésta no es la misma para todos y no se desarrolla por sí misma, le hace falta un entorno favorable, sin el cual la potencialidad espiritual queda atrofiada. Si uno no se encuentra inmerso en un mundo espiritual, extrañamente podrá desarrollar esta potencialidad. Este entorno espiritual no lo marca, sólo es un punto de referencia en su desarrollo, llegando un momento en que tomará conciencia de lo que ha recibido y optará en concreto en un sentido o en otro.
¿Cuándo se manifiesta esta espiritualidad en los niños? Los procesos de desarrollo tienen un ritmo y primeramente los niños muestran indicios de vida espiritual en las preguntas impertinentes, donde preguntan no por qué son las cosas, sino para qué sirven, por qué pasan, al modo de un pequeño metafísico, aflorando la búsqueda de sentido, que es una capacidad de inteligencia espiritual. El problema es que en nuestro entorno social y educativo ese tipo de preguntas han desaparecido y no se propician por miedo a no poder dar una respuesta científica, en cambio sí se puede dar una respuesta razonada.
El niño también tiene un gran capacidad para el lenguaje simbólico y parabólico que le ayuda a ir más allá de la realidad, trascendiéndola. Los relatos, las parábolas, la música, presentes en todas las tradiciones religiosas, ayudan a desarrollar la espiritualidad del niño. Otras circunstancias que ayudan a desarrollar esta capacidad espiritual son las situaciones límites de dolor y sufrimiento, su experiencia y reflexión, que estimulan al niño a trascender la realidad. La meditación también ayuda a desarrollar la potencialidad espiritual de los niños.
La dimensión espiritual es transversal en las personas y como tal debe estar presente en los procesos de formación y educación de nuestros niños. La confesionalidad, como pertenencia a una comunidad concreta y la respuesta a "religarse" a un ser que llama y con el que se establece un diálogo interpersonal, son también determinantes en la educación de la inteligencia espiritual de los niños.
Pero no se puede empezar la casa por el tejado; si se debe estimular la capacidad espiritual de los niños, la debemos potenciar desde un ideario concreto referencial. No se puede plantear la educación en la inteligencia espiritual solamente para aquellos individuos que han realizado un acto de fe y más en la actualidad donde se habla mucho de espiritualidad laica, sin Dios. ¿Cuál será su referente? ¿Una espiritualidad neutra, sincrética? Aquí hay un gran interrogante.

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