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Por Oriol Domingo .
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1. El mal existe y se toca. En el mundo. En la sociedad. En las personas.

2. El mal es pecado cuando es fruto de la responsabilidad humana. Implica una ruptura con los demás, con uno mismo, con el Dios en que se cree.

3. La respuesta consiste en tomar decisiones. Reconocer el mal y el pecado. Pedir perdón. Rehacer lo que se ha roto. Hacerlo desde el fondo del corazón y realizarlo en la práctica.

4. Estos elementos configuran un sacramento en la Iglesia católica. La confesión o reconciliación.

5. De este sacramento se hace caricatura. Peca mucho, confiésaate y ya está. Pero el sacramento de la reconciliación no es una ceremonia de magia. Deja de ser sacramento si el confesante no subsana la situación pecaminosa.

6. La práctica de este sacramento está en crisis. Muchos católicos reconocen el mal y el pecado, deciden enmendarlo pero consideran que es necesaria una fórmula de reconciliación diferente a la actual. Abrir la conciencia a otro hombre, por sacerdote que sea, no se comprende.

7. Los protestantes, además, sólo admiten dos sacramentos: bautismo y santa cena. Su conciencia de pecado y su petición de perdón a los demás, a uno mismo ya Dios no cristaliza en una forma sacramental específica. Y los protestantes también son cristianos.

8. El cristianismo no es una existencia basada en el pecado. El cristianismo consiste en intentar vivir, actuar, sentir y pensar según el Espíritu de Jesús que tiene un estilo de liberación, solidaridad, honradez, compromiso, plegaria. El cristianismo consiste en dejarse transformar por el Padrenuestro.

9. Todas estas consideraciones tienen que ver con la explosiva confesión de Jordi Pujol. Una de las reacciones que ha habido es el estallido de venganza y de resentimiento en algunos sectores políticos y periodísticos.

10. Pujol, ex ya de tantas cosas, tiene un reto ahora y para el futuro para salir de este infierno. Ser y actuar de forma radicalmente honrada y transparente. Debe hacerlo por convicción de país y de hombre que se confiesa cristiano. Sólo así podría dar sentido a su vida personal y política. El Evangelio de Lucas cuenta en el episodio de la crucifixión que Jesús estaba acompañado por dos criminales crucificados. Jesús, antes del último suspiro, se dirigió a uno de ellos: "En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso". Era el criminal bueno que, al final, conseguía dar sentido a su existencia.

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