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Comentario a la primera lectura del 4.º domingo durante el año. B

En el libro del Deuteronomio contamos con un texto primitivo (Dt 18,9-22), una ley para prohibir los diferentes tipos de adivinación practicados por los pueblos cananeos (v 10-12.ª). Esta ley se ha conservado en el texto que tenemos ahora del Deuteronomio. De esta ley leemos un fragmento en la primera lectura de este domingo (Dt 18,15-20). El redactor opone la figura del “nabi” (palabra hebrea que traducimos por profeta) a la de cualquier otro tipo de adivino. El texto establece el criterio para distinguir los verdaderos de los falsos profetas (v 9 14-15.; 21-22) Queda claro, por contraste, que la revelación divina no se obtiene mediante unas técnicas ( descritas en detalle en los versículos que preceden nuestra lectura), sino que es pura gracia de Dios. El fenómeno profético no es exclusivo de Israel, pero el autor sagrado trata de marcar las distancias entre la profecía israelita y los movimientos proféticos cananeos, entre la verdadera y la falsa profecía.

El conflicto entre los verdaderos y falsos profetas y la investigación de criterios para discernir quiénes son unos y quienes son los otros ha sido una constante en la historia de Israel. A modo de ejemplo solo hay que recordar el episodio del afán del profeta Elías para desacreditar a los profetas de Baal en el reino del norte en tiempo del rey Ajab (1Re 18,1-46).

En la profecía escrita sobresalen dos grandes profetas que denuncian la actividad de los falsos profetas, son Jeremías y Ezequiel. Merece la pena fijarse cómo se aproxima lo que dicen con el texto del Deuteronomio.

Jeremías se queja del mal comportamiento de los profetas “Solo corren para hacer el mal, solo son valientes para defender causas injustas (23,10); profanadores del templo (23,11); es resbaladizo su camino ( 23,12); profetizan en nombre de Baal (23,13); alientan a los malvados, cometen adulterio, viven en la mentira (23,14); han profanado el país (23,15). Lo más grave de todo ello, no obstante, es que “predican sin cimiento, propagan visiones imaginarias sin que el Señor les haya hablado” (23,27), hablan “como si hubieran asistido al consejo del Señor” (23,28). El criterio de autenticidad que marca el libro del Deuteronomio es que el profeta habla en nombre de Dios; “dirá todo lo que yo le ordenaré” y si habla en nombre de Dios aquello que profetiza se cumple, si no se cumple es que el profeta no ha hablado en nombre de Dios. Que el profeta tiene que hablar en nombre de Dios en esto son coincidentes el Deuteronomio y Jeremías.

El profeta Ezequiel va por los mismos derroteros y arremete contra los falsos profetas que hablan de aquello que Dios no les ha dicho. “Di a los profetas que profetizan según su propio parecer: Esto dice el Señor, Dios soberano: Ay de los profetas necios! Dicen lo que los apetece, sin haber tenido ninguna visión ... Vuestras visiones son falsas, y vuestras predicciones, una mentira. Algunos aseguran: ‘Esto dice el Señor’, pero el Señor ni les ha hablado, ni los ha enviado, y todavía esperan que se cumpla su palabra!. Ahora, pues, escuchad lo qué dice el Señor, Dios soberano: Por vuestras predicciones falsas y vuestras visiones embusteras, aquí me tenéis contra vosotros. ... Haré pesar mi mano contra los profetas que tienen visiones falsas y hacen predicciones embusteras ... Así sabrán que yo soy el Señor, Dios soberano” (Ez 13,1-9).

El texto de Ezequiel coincide con lo que dice el Deuteronomio. El profeta no puede osar decir palabras que Dios no le ha ordenado. Ezequiel se queja de los falsos profetas que no paran de decir falsedades. Aunque pretendan decir lo que Dios les ha dicho, ni los ha hablado Dios , ni los ha enviado. Su profecía no puede ser verdadera. Es más, pretenden que sus profecías se cumplan lo cual sería indicativo que provienen del Señor.

Hay que recordar que este texto es relevante en cuanto a la muerte de Jesús. Los grandes sacerdotes, letrados y notables aplican al pie de la letra este texto para condenar a Jesús. La lectura cristiana de este texto ha visto en Jesús el profeta anunciado y este muere por hablar en nombre de Dios sin aportar el tipo de acreditaciones (Mc 8,18) que los grandes sacerdotes, letrados y notables desearían.

Domingo 4.º durante el año. 28 de Enero de 2024

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