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Por Josep Maria Solà .
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No son muchos los personajes del Antiguo Testamento de quienes se explique cómo sienten la llamada de Dios. Este es el caso de Samuel de quien leemos fragmentos del relato de su vocación en la primera lectura de este domingo (1Sa 3,3b-10.19). Esta peculiaridad le sitúa en el colectivo de grandes personajes del Antiguo Testamento; como muchos de ellos, Samuel recibe el calificativo de "sirviente" tal como Abraham (Gn 26,24), Moisés (Ex 14,31), Josué (Jue 2,8) David (2Sa 7,26), Salomón (1 Re 3,9), Isaías (Is 20,3), El sirviente de Señor (Is 42,1).

Efectivamente esta singularidad viene marcada por los acontecimientos explicados en el capítulo 1 de 1Sa. Nacimiento prodigioso y dedicación total a Dios a través del voto de nazareo (1,11). Con todo, la excelencia de Samuel viene dada porque convergen en él tres de las grandes instituciones que definen la identidad del pueblo de Israel: la monarquía, la profecía y el sacerdocio.

Samuel es el último de los jueces de Israel; de él se dice: "año tras año iba pasando por Betel, Guilgal y Mispá y en todos estos lugares administraba la justicia" (7,16) pero, a pesar de esta actuación, Samuel intervendrá decisivamente en el paso del sistema de organización política de Israel a través de tribus al establecimiento de la monarquía. La intervención de Samuel será decisiva cara la instauración de esta institución. Intervendrá en la elección de Saúl como rey y en la unción del rey David. Además, será quien advertirá de las consecuencias del régimen monárquico (8,11-18) y será la voz que velará para que, por encima de todo, quede resguardada la soberanía del Señor, el único y verdadero rey de Israel (12, 12).

Esta voz es la voz profética de Samuel. Él es el chico que sabe escuchar la voz de Dios (tal como leemos en el texto de hoy) y en virtud de ello se convierte en el transmisor de la voz de Dios. "Todo lo que Dios le anuncia se cumple" y "Dios está con él" son los signos de la condición profética reconocida por todo Israel desde Dan hasta Beerseba que reconocen a Samuel como auténtico profeta del Señor (3,20). La condición de profeta de Samuel se puede ver también cuando aparece en medio de un grupo de profetas en pleno delirio profético (19,20).

Los textos no dicen explícitamente que Samuel fuera sacerdote, pero aparece sacrificando en holocausto un cordero de leche a fin de conseguir la victoria sobre los filisteos (7,9). Celebra un sacrificio antes de la unción de Saúl como rey (9,12) y se dirige a casa de Jesé para ungir a David como rey dispuesto a ofrecer un sacrificio al Señor (16,2.5).

De todo lo que se dice sobre Samuel ocupa un lugar destacado el relato de su vocación. La lectura litúrgica se limita a la llamada por parte de Dios y la respuesta de Samuel, pero es interesante ver los antecedentes previos que enmarcan el relato. En el capítulo 2 se describe el mal comportamiento de los sacerdotes hijo de Elí (2,12-17.25b) que contrasta con el crecimiento en bondad ante Dios de Samuel (v.26). Un hombre de Dios anuncia a Elí la decisión del Señor: "Me elegiré un sacerdote fiel que se comportará según el deseo de mi corazón". La llamada de Samuel es, entre otras cosas, el cumplimiento de estas palabras del Señor. La triple llamada quiere crear una tensión narrativa, un crescendo que estalla con el asentimiento de Samuel y, de paso, muestra la incapacidad de Elí para reconocer, a la primera de cambio, que quien habla es el Señor.

Samuel marca un antes y un después. Con él comienza políticamente la nueva época de la monarquía, purificará y renovará el ejercicio sacerdotal. Cuando se dice que abre las puertas del santuario (3,15) significa que la palabra del Señor llegará a través de él en todo el pueblo. Con él los albores de la profecía ganará puntos sobre los rituales del sacerdocio.

Domingo 2º durante el año. 17 de Enero de 2021

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