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Comentario a la segunda lectura del 3.º domingo de Cuaresma. B

En la comunidad de Corinto había divisiones entre diferentes grupos, unos eran de Pedro, otros de Pablo, otras de Apolo. A Pablo le pareció que la causa de estas divisiones radicaba en no haber entendido bien el contenido del mensaje evangélico, por eso dedicó una sección (1,17-4,21) de la primera carta a los corintios a hacer ver que el evangelio recibe su fuerza no de la cultura y habilidad retórica del predicador sino única y exclusivamente de la cruz de Jesús Mesías. El texto que leemos en la primera lectura de este domingo (1 Co 1,22-25) es un fragmento de esta sección

Corinto era una ciudad griega, pero había una población judía bastante grande. El apóstol conoce griegos y conoce judíos. Los griegos estaban muy orgullosos de su sabiduría y de sus grandes filósofos: Sócrates, Platón y Aristóteles. La misma palabra filosofía lo dice: amigo (“filos”) de la sabiduría (“sofía”). Eran personas que valoraban la lógica, el razonamiento, el lenguaje y sobre todo la elocuencia y la brillantez en el habla. Hacían, según Pablo, su investigación de Dios con recursos humanos y no obtenían ningún resultado.

Hay que recordar que la gnosis era una corriente de pensamiento muy extendida en la época de Pablo que defendía que la salvación se consigue con la obtención de la sabiduría. Cuántos más esfuerzos invertidos en conseguir la sabiduría más posibilidades había de obtener la salvación. Para el cristianismo naciente este fue un serio problema y, como se puede ver en el texto que leemos hoy, Pablo se esforzó en afirmar que esto no es así.

Hay que recordar que en la carta a los romanos Pablo critica a los paganos que presumiendo de sabios se han vuelto necios y han intercambiado la verdad de Dios por la mentira venerando y adorando las criaturas en lugar del creador (1 Rm 1,22-25).

Para estos griegos sabios, la cruz, instrumento de ajusticiamiento para gente de baja condición, esclavos y opositores violentos al imperio, era un absurdo, un sin sentido fuera de toda lógica humana.

Los judíos el que pedían eran señales. En los momentos decisivos del Antiguo Testamento, Dios había apoyado a los hebreos mediante una serie de señales y prodigios, las maravillas de Dios, y el recuerdo de esto siguió muy guardado en el corazón de los israelitas que consideraban estos prodigios como la prueba de la elección y la preferencia de Dios por Israel. Hay que recordar que durante la celebración de la Pascua las familias recordaban los prodigios del Éxodo.

Los judíos nostálgicos de aquellas grandezas querrían una intervención espectacular de Dios que castigara todos los malvados y otorgara a los justos la merecida recompensa como premio por el cumplimiento de las obras de la Ley.

Para Pablo ni sabiduría ni prodigios sirven de gran cosa; contrapone la sabiduría del mundo, la sabiduría humana (en el texto simplemente sabiduría) con la sabiduría de Dios. Para la sabiduría humana la cruz de Jesús es, como hemos dicho, una tontería. Qué sentido tiene que Dios envíe a su Hijo a morir en una cruz?. Según los estándares de la sabiduría humana esto no tiene sentido. Para Pablo la sabiduría humana, por atractiva que pueda parecer, es superficial y no tiene el poder de salvar.

La cruz de Jesús se inscribe en el proyecto de Dios, en su designio y este proyecto, este designio es la auténtica sabiduría de Dios.

Para los judíos que piden prodigios, la cruz es un escándalo. La crucifixión era una manera de morir cruel y vergonzosa, entonces no es sorprendente que los judíos vieran en la crucifixión de Jesús un escándalo, una traba, un error llevado al nivel más alto.

Pero Jesús crucificado es lo que Dios nos da. La cruz escapa a toda lógica humana, pero para quien tiene fe, para los llamados por Dios la cruz sí que tiene sentido. Mirada desde la óptica de la fe la cruz no es una tontería sino que tiene la fuerza y la sabiduría de Dios. Es fuerte porque tiene el poder de salvar; es sabia porque en ella se manifiesta el designio de Dios.

Domingo 3.º de Cuaresma. 3 de Marzo de 2024

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