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Comentario al evangelio de la fiesta de Cristo Rei. A

A algunos creyentes del siglo XXI les incomoda la lectura del texto de Mateo (Mt 25,31-46) que leemos al evangelio de este domingo, fiesta de Cristo Rei, No les atrae la actuación de un Dios que juzga y castiga. Con todo, la esperanza del retorno de Jesús que vendrá glorioso a juzgar a vivos y muertos es renovada cuando proclamamos el “credo” en la eucaristía dominical.

Esta creencia cristiana es heredera del Antiguo Testamento donde el juicio de Dios forma parte de la fe del viejo testamento compartida con otras religiones (los egipcios creían en el juicio de los muertos). El recuerdo de un juicio amenazante y el anuncio de su inminente realización forma parte de la predicación profética. “El Señor abre un proceso: se levanta para acusar a los pueblos” dirá el profeta Isaías (3,13) y Jeremías: “El Señor pleitea contra las naciones llama a todo el mundo a juicio” (25,31). En tiempo de Amos emerge la espera del día del Señor, un día de espanto (5,18) que irá asociada a la idea de un juicio final. Lo expresa muy bien el profeta Joel cuando explica que Dios reunirá todas las naciones y las juzgará por lo que han hecho contra el pueblo de Israel (Jl 4,1-3).

La literatura apocalíptica se recrea con la descripción del juicio a finales de los tiempos. Se puede ver en el libro de Henoc ( 48-63) que muestra claramente que la finalidad del juicio es castigar a los poderosos, reyes y gobernantes que han oprimido a los elegidos de Dios. Pretende poner en evidencia a los poderosos del mundo ante quienes han sido fieles a Dios. El juicio restablece los elegidos en su dignidad: “Los justos y los elegidos serán salvados en este día y ya no tendrán que ver la cara de los poderosos y malvados” (1 Hen 62,13). El juicio castiga a los malvados pero, sobre todo, separa con claridad quienes son buenos y quienes son malos y vindica el comportamiento de los justos ante los injustos. La comparación es bien fácil: en el juicio de la apocalíptica los gobernantes y poderosos serán castigados y Dios los hará salir de su presencia mientras que la luz brillará para los justos. En Mateo los poderosos opresores (imperio romano) de las comunidades cristianas serán desacreditados y apartados de la presencia de Dios mientras que serán vindicados aquellos que han hecho suya la causa de Jesús, causa donde el pobres ocupan el primer lugar.

La causa de los pobres se convierte en criterio determinante para participar en la herencia del Reino. En el tiempo en que vivió Jesús los sacrificios, ofrendas y holocaustos eran una parte importantísima de la religiosidad de Israel, pero ya lo decía el profeta Isaías solo empezar su libro: “Por qué me ofrecéis tantos sacrificios? Estoy empalagado de holocaustos de corderos y de grasa de carneros; ya tengo bastante, de sangre de novillos, de machos cabríos y de cabritos! ... No lleveis más ofrendas inútiles: el humo de los sacrificios, lo detesto ... aprended a hacer el bien, buscad la justicia, acabad con el opresor, defended el huérfano, pleitead a favor de la viuda” (Is 1,11.13.17). Así, pues, no será una religiosidad basada en la práctica del culto lo que determinará el quedar muy bien parado en el juicio sino el comportamiento que todo ser humano habrá tenido con aquellos que la sociedad ha hecho caer en desgracia; y aquí hay que recordar que el juicio es universal, afecta no solo en el pueblo de Israel sino a toda persona humana.

La grandiosidad de la escena descrita por Mateo y el hecho en sí del juicio son indicadores de que la opción por Jesús, por su causa y por su proyecto es una opción muy seria. En la última instrucción de Jesús pronunciada antes de su pasión recuerda a los discípulos que no puede haber una relación con él desligada de la vida de cada día marcada por la práctica de dar de comer al hambriento, acoger a los inmigrantes, vestir a los desnudos. No hacen falta muchos cursillos de formación, ni estudios, no filosofías para descubrir unas situaciones de necesidad que se imponen con claridad por su urgencia. Pertenecer a la Iglesia no da ninguna seguridad si esta pertenencia no va acompañada de una atención hacia los otros sobre todo con quienes más ayuda necesitan. El comportamiento que pide Jesús se integra perfectamente en los que llamamos valores humanos y precisamente porque son auténticamente humanos son genuinamente evangélicos y cristianos.

Domingo 34 durante el año. Festividad de Cristo Rei. 26 de Noviembre de 2023

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