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Comentario en el evangelio del domingo 33 durante el año. A

Leemos en el evangelio de este domingo la conocida parábola de los talentos (Mt 25,14-30). La palabra “talento” hace referencia a una especial aptitud intelectual, a una capacidad natural o adquirida para ciertas cosas. En tiempo de Jesús, pero, un talento era una medida de peso y después pasó a designar una clase de moneda. Un talento representa una cantidad importante de dinero, eran seis mil denarios y un denario era la paga de un día de trabajo.

El gesto del amo de confiar los talentos demuestra una gran confianza hacia los sirvientes. Lo habría podido confiar a un administrador, como la parábola del administrador astuto de Lluc (16,1), pero lo confía a sus sirvientes. El amo se va, los deja solos, no está permanentemente vigilando qué hacen los sirvientes con el dinero, no les da instrucciones sobre lo que tienen que hacer, no pone ninguna condición. También hay confianza de los sirvientes hacia el amo porque ven que este reconoce en ellos las capacidades para llevar a cabo los beneficios que el amo espera. Se sienten valorados y todas estas confianzas contrastan con la gran desconfianza que muestra el tercer sirviente, el que esconde los talentos.

La parábola plantea qué tiene que hacer la comunidad cristiana con este don que ha recibido que es el evangelio mientras se mantiene en la espera del retorno de Jesús, su Señor. El tema del rendimiento es importante. Ya en el Antiguo Testamento Dios esperaba de Israel que diera buenos frutos; lo expresa claramente el canto de la viña que encontremos en el libro del profeta Isaías: “La viña del Señor del universo sois vosotros, pueblo de Israel. Vosotros, gente de Judá, erais su plantación predilecta. El Señor esperaba justicia, y en todas partes ve injusticias; quería misericordia, y todo son miserias” (Is 5,7); y el profeta *Oseas dice: “Sembraos semilla de justicia, cosechad frutos de bondad; .... Pero vosotros habéis cultivado injusticias, habéis cosechado maldades, habéis comido frutos malos” (10,12-13).

En el evangelio de Mateo aparece a menudo la exigencia del rendimiento, de la productividad: “Dais los frutos que pide la conversión” (3,8); “Todo árbol que no da buenos frutos es cortado y tirado al fuego” (7,19); “La semilla sembrada en tierra buena da fruto” (13,23); “El Reino de Dios os será tomado y será dado en un pueblo que lo haga fructificar” (21,43). La comunidad está llamada a rendir aumentando los bienes que ha recibido. Se pide a la comunidad que sea operativa.

Hay un detalle que tiene su importancia. Nada sobra a la Escritura dicen los rabinos. El texto dice que los dos primeros sirvientes se comenzaron inmediatamente (eutheôs) a trabajar para hacer rentables los talentos. Contrasta con la pasividad del tercer sirviente. En los evangelios encontramos ejemplos de esta respuesta instantánea. Los discípulos llamados dejan inmediatamente las barcas y las redes para seguir Jesús (Mt 4,20.22). Sin usar el mismo adverbio “*eutheôs” encontramos la rapidez de Maria para ir a ayudar a Elisabet (Lc 1,39); los pastores dejan los rebaños para ir de prisa a Belén al lugar del nacimiento de Jesús (Lc 2,16); el ciego Bartimeo se levanta de un revuelo para ir a Jesús (Mc 10,50); Zaqueo baja del árbol para acoger Jesús (Lc 19,15). Los dos primeros sirvientes no se esperan para empezar a trabajar con los talentos, no hacen reuniones preparatorias, ni diseños previos de estrategias de actuación, ni consultas sinodales, ni planificaciones. Al ver que el retorno de Jesús se hace esperar, la comunidad cristiana podría decir: “esto va para largo, ya empezaremos más adelante, no viene de unos cuántos días, semanas o meses”. La parábola desmonta este planteamiento. La construcción del Reino no admite demora, es una tarea urgente.

Domingo 33 durante el año. 19 de Noviembre de 2023.

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