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Así como Moisés se despide en el alto de la montaña Nebo (Dt 32,48-52), Jesús se despide de sus discípulos en una montaña no identificada de Galilea. Así lo leemos en el evangelio de hoy (Mt 28,16 -20), que recoge las últimas palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos. Según Mateo Jesús es el nuevo Moisés, así lo ha hecho ver en los relatos de la infancia, en el sermón de la montaña y nos lo recuerda ahora en la despedida descrita breve y solemnemente .
A diferencia de Lucas, que sitúa en Jerusalén los últimos momentos de la estancia terrenal de Jesús con los discípulos, Mateo ubica el acontecimiento en Galilea. El detalle tiene sus razones. Mateo establece una contraposición entre Jerusalén y Galilea. Allí, sobre todo con el rechazo del sumo sacerdote (26,65 s), se ha producido la no aceptación oficial del mesianismo de Jesús. Ante este rechazo se impone dirigirse a los paganos y volver, por tanto, a las tierras de las tribus de Zabulón y Neftalí, Galilea de los paganos (4,15). Establecer los paganos como objetivo de la misión concuerda con las palabras de Jesús: "Id a todos los pueblos". El campo de acción se ha ampliado. Los destinatarios iniciales: " las ovejas perdidas de la casa de Israel" (15,24) han perdido fuelle a favor de un auditorio más universal. Volver a Galilea es como una especie de retorno a los inicios. Allí comenzó la misión de Jesús, allí comenzará la misión de los discípulos.
Jesús hace saber a los discípulos que ha recibido plena autoridad. El término griego es " exousia". Se puede repasar el uso que Mateo hace de este término en su evangelio para captar el alcance de su significación. Es poder de perdonar los pecados; lo vemos en el episodio del paralítico tendido en una camilla (9,6). Es el poder transferido a los discípulos de expulsar demonios (10,1). Es un poder que viene de Dios, tal como se deduce cuando los sacerdotes y ancianos piden a Jesús una señal de su autoridad (21,23) y sobre todo es poder de convencimiento, fuerza de penetración de su enseñanza, que tiene una autoridad que no la tienen los escribas (7,29). La autoridad de Jesús no es dominio, no es poder, ni jurisdicción. Jesús ha recibido de Dios esa autoridad. La forma pasiva, que ahorra pronunciar el nombre de Dios, así lo hace ver. Él la transmite a los discípulos para que puedan hacer lo mismo que él ha hecho: perdonar, liberar a la persona de sus opresiones y enseñar con un gran poder de convencimiento. Visto así, esa autoridad es imprescindible para que tenga éxito la difusión del mensaje.
Estos últimos versículos del evangelio de Mateo están muy marcados por la fe y la vida consolidada de las primeras comunidades cristianas. La referencia a la Trinidad de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo suponen un progreso teológico, que no encontramos en el resto del evangelio. La práctica del bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu debe ser un indudable eco de la práctica bautismal, que se está realizando en las comunidades. Lo curioso es que, si se tiene en cuenta la ordenación de los imperativos de Jesús: convertir, bautizar, enseñar, resulta que describen a la perfección el proceso de integración y pertenencia a la comunidad cristiana. Primero se da la conversión, sin ella ningún otro paso es posible. Sigue el bautismo, aceptación creyente e integración en la comunidad. Con el bautismo no es suficiente y sigue la catequesis o enseñanza. Y la eucaristía, cima de la vida cristiana? La encontramos en las palabras: "Yo estaré en vosotros cada día". La Eucaristía es la garantía de la presencia de Jesús o, dicho al revés, es en la Eucaristía donde se hace real el cumplimiento de la promesa de Jesús de estar con su comunidad hasta el fin del mundo.
Fiesta de la Ascensión del Señor 1 de Junio ​​de 2014

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