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Domingo XXXIII del tiempo ordinario. Ciclo C
Barcelona, ​​17 de noviembre de 2013

¿Cómo vivir estos tiempos de "crisis religiosa" con lucidez y responsabilidad, sin desviarnos del Evangelio ni hundirnos en la desesperanza?
He aquí una de las preguntas más inquietantes que se desvela hoy en los que creemos en Jesucristo.

Está claro que lafe cristiana no se puede vivir ni comunicar desde actitudes negativas.
Es inútil alimentar el victimismo.
Es inútil vivir de la nostalgia o acumular resentimientos.
Todo esto nos aleja del espíritu con el que vivía Jesús.

Ahora es el momento de aprender a leer ya vivir estos tiempos de manera:
más positiva
más confiada
y más evangélica.

La llamada de Jesús a perseverar nos debe hacer pensar.
Es un grave error demonizar la crisis actual viviendo como una situación imposible.
Dios nunca está en crisis. Continúa actuando en cada ser humano.
Ninguna crisis puede impedir que el Creador siga:
ofreciéndose
– comunicándose
– y salvando a cada uno de sus hijos por caminos que nosotros nos escapan.

Esta humanidad tan querida por Déu vivo sufriendo: no acierta con el camino que podría conducir hacia una vida más digna, noble y feliz.
La crisis religiosa de la que tanto hablamos los creyentes es solo un fragmento de una crisis más global que lo sacude todo.
Nos puede preocupar que va a ser de la Iglesia entre nosotros, pero si miramos la realidad desde Dios, lo que realmente nos debe preocupar es que
será de este mundo.

Lo de verdad importante es perseverar:
– no desviarnos del Evangelio
– actuar desde el espíritu de Jesús y no desde nuestro instinto de conservación
– buscar el bien de todos, no sólo nuestro bien egoísta y mezquino y calculador.

No nos engañemos: el que realmente piensa en la felicidad de todos es Dios, no nosotros.

Perseverar no es repetir palabras vacías que ya no dicen nada, sino encender nuestra fe en contacto directo y personal con Cristo.
Perseverar no es ponernos a la defensiva ante cualquier cambio, sino mantener la capacidad de escuchar la acción de Dios en nuestros días.
Perseverar no es exigir los demás, sino vivir nosotros mismos en continua conversión.

¿Realmente, vivimos?
¿Estamos a favor del cambio o de la inmovilidad egoísta?

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