Pasar al contenido principal
Catalunya Religió

(Salvador Pié-Ninot) A partir del simple elenco que hizo en 1970 la Comisión Teológica Internacional se pueden presentar brevemente algunas de las formas para designar al papa. Este organismo de consulta de la Santa Sede estaba formado por teólogos relevantes, entre los que se encontraban en aquellos años H. Balthasar, I. Congar, O. González de Cardedal, H. de Lubac, K. Rahner, J. Ratzinger, y C. Vagaggini.

Títulos más adecuados

1. OBISPO DE ROMA: el título eclesiológico básico: designa la función primacial del papa que, como obispo de Roma, "preside la asamblea del amor que es la Iglesia" (Ignacio de Antioquía), elegido por el clero romano, desde 1059 lo es por los cardenales, titulares de una iglesia romana. Este título es usado ampliamente por la Encíclica, Ut Unum sint (1995). Su equivalente y más usual en el Vaticano II es "Romano Pontífice", donde Pontifex designa a todo obispo. Benedicto XVI -siguiendo el gesto conciliar de Pablo VI- también prescindió en su escudo de la Tiara y como los demás obispos puso una Mitra.

2. SUCESOR DE PEDRO: el título que califica al Obispo de Roma: título muy valorado por Oriente y Occidente, se encuentra en el concilio Vaticano I y se repite ampliamente en el Vaticano II. Similar a este título es el de "Vicario de Pedro" los dos incorporados al Misal.

3. PAPA: el título más popular derivado de PAPA: del latín, papa, padre, es el título más popular y entrañable aplicado en Oriente y Occidente a los obispos e incluso a los simples sacerdotes. Progresivamente tendió a usarse sólo para el obispo de Roma, como "Papa de los padres", es decir, Padre de los obispos que también son "padres". La consagración de este título fue obra de Gregorio VII en el año 1075, con la fórmula: "el Papa: es un nombre único en el mundo".

4. SUPREMO PASTOR DE LA IGLESIA: título sobre la dimensión pastoral plena del Ministerio Petrino: usado por el Concilio Vaticano I y II, aunque teniendo presente que el "Pastor eterno" y el "vigilante / obispo" (Episcopus, en 1 Pe 2,15) de la Iglesia es Cristo, y que, a su vez, esta calificación no oscurece a los obispos que son también "verdaderos pastores" de sus iglesias según el Vaticano II.

Títulos menos adecuados

5. Vicario de Cristo: los concilios Vaticano I y II usan este título para nombrar al Papa aunque, siguiendo su uso histórico inicial, el Vaticano II lo aplica también a los obispos "como vicarios y delegados de Cristo" (Lumen Gentium 27). La razón es que papa y obispos comparten el mismo episcopado.

6. Sumo Pontífice: título propio de la República romana dado al César. Su uso se encuentra en los dos concilios del Vaticano I y II, también aplicados a Cristo. El título parecido de Cabeza de la Iglesia, aplicado inicialmente a la Iglesia romana, el Vaticano II lo complementó con el adjetivo de "visible" (LG 18), ya que es "cabeza secundaria y visible" respecto a Cristo.

Otros títulos usados

7. Siervo de los siervos de Dios: título de inspiración bíblica, presente en Agustín: "siervo de Cristo y los siervos de Cristo" y en la Regla de san Benito aplicado al abad; es el preferido por el papa Gregorio Magno († 610) y por Bernardo de Claraval († 1153) en la fórmula acuñada por su monje, el Papa Eugenio III: "presides la Iglesia para servir" (praeses ut prosa). Su uso se convirtió en regla general como inicio de los documentos pontificios a partir del siglo IX manteniéndose hasta nuestros tiempos.

8. Patriarca de Occidente: título que recuerda la Pentarquía, o los cinco Patriarcados de la Iglesia del primer milenio: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén, y que fue suprimido en el Annuario pontificio a partir de 2006. Un comunicado del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos justificó esta supresión por la ambigüedad geográfica de la adjetivación de "Occidente", ya que "desde el inicio fue poco claro, obsoleto y prácticamente no utilizado, aunque eso no cambia el reconocimiento romano de las antiguas iglesias patriarcales (cf. LG 23)".

9. Soberano del Estado Vaticano: durante largos siglos, el Papado tuvo los Estados Pontificios cuyo origen legendario es la "Donación de Constantino" († 337). Este poder temporal creció a través de los tiempos y llegó a contaminar el espiritual -como deploraba Dante (Infierno XIX, 115-117)-, aunque constituyó una base para una cierta autonomía "política" en una larga etapa de la Iglesia católica latina. Finalmente, como Estados dejaron de estar bajo el dominio del Papa en el año 1870 con la unificación italiana. No fue hasta casi sesenta años después que, por medio de los Pactos Lateranenses con el Estado italiano (11.II.1929, ratificados en 1948 y actualizados en 1984), se reconoció el peculiar y pequeño Stato della Città del Vaticano.

Salvador Pié-Ninot es catedrático de la Facultad de Teología de Cataluña y de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Experto del Sínodo sobre la Palabra de Dios (2008) y sobre la Nueva Evangelización (2012).

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.