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El relato de la vocación profética de Jeremías se lee en la primera lectura de este domingo (Jr 1,4-5.17-19), con la salvedad de que está interrumpido por dos visiones (vv. 9-16) que se interpusieron porque ambas son como una especie de programa o trailer de su actividad profética. La lectura litúrgica no recoge estos versículos y tampoco los vv. 6-8, muy importantes porque muestran la objeción del profeta a la llamada de Dios.
Nuestro texto sigue con considerable fidelidad el esquema de los relatos de vocación que encontramos en la Biblia: a) datación cronológica b) Dios se manifiesta al profeta (teofanía), tomando algunas veces dimensiones espectaculares, como el caso de Isaías; c) encargo de la misión d) objeción del profeta; e) promesa de ayuda: "no temas, yo estaré contigo" f) anuncio de la señal de aval y confirmación. Este esquema, aunque en cada caso el orden puede quedar modificado o alguno de los elementos desdibujado o suprimido, lo encontramos en las llamadas a Moisés (Ex 3,1 a 4,17), Guedeón (Jue 6,11-24) , Samuel (1Sa 3,1-21), Isaías (Is 6,1-13), Ezequiel (1-3) y María (Lc 1,26-38).

La datación cronológica resulta del todo innecesaria, dado que en Jr 1,1-3 se da información bien detalla el momento histórico de la actividad de Jeremías. Algunos comentaristas incluyen estos versículos en el propio relato de vocación. La manifestación divina queda muy simplificada y reducida a la mínima expresión: "El Señor me comunicó su palabra y me dijo" (v. 4). En el relato se observa un diálogo entre Dios y el profeta que debe interpretarse no como una transcripción de algo que está pasando sino como una manera de revelar la profunda experiencia interior de Jeremías que le llevará a la predicación profética.

Cuatro verbos determinan la acción de Dios para con el profeta: formar, conocer, consagrar, destinar. "Antes de formarte en el vientre de la madre" (v.5) La expresión nos remite a Gn 2,8 o Is 45,18 donde se habla de la acción creadora / formadora de Dios. Hay un proyecto de Dios que sobrepasa la cronología de la historia humana, por ello, antes de que Jeremías nazca, Dios ya tiene decidido que será profeta.

Un verbo muy importante es consagrar. Se consagra un altar (Gn 28,18; Lv 8,15), los sacerdotes (Ex 28,41; 30,30), los primogénitos (Ex 13,2), los que han hecho el voto del nazireato (Nm 6, 2), el sábado (Dt 5,12). Se consagra lo que se quiere dedicar exclusivamente a Dios, separándolo del uso cotidiano, por eso también se consagran las casas (Lv 22, 14.16.21.26) o el botín obtenido en una batalla (2Sa 8,11). La consagración da validez y categoría al mensaje profético de Jeremías porque, dado que consagración y unción son equivalentes - cuando se consagraba, se ungía- el profeta queda situado al mismo nivel que los reyes (1Sa 16,12) y los sacerdotes (Ex 29,7) que son ungidos para poder realizar su misión.
La promesa de ayuda queda muy intensificada porque Dios le anticipa a Jeremías una feroz oposición a su predicación por parte de reyes, gobernantes y sacerdotes, tal como dice el texto. Los tiempos de Jeremías no serán tiempos fáciles. Vivirá el fracaso de la reforma del rey Josías. Amenazado de muerte varias veces, primero por anunciar la invasión de los babilonios, interpretada como un castigo, después por oponerse a la revuelta contra este poder. Esto le producirá una lucha interna reflejada en sus famosas confesiones (11,18 a 12,6; 15,10-21; 17,12-18; 18,18-23; 20,7-8). El libro de Jeremías es, sin duda, el que da mejor testimonio del profeta que, cuando se presentan las dificultades, experimenta en su interior una fuerza que le da coraje para continuar con su misión.

Domingo 4º durante el año 31 de Enero de 2016

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