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El Deuteronomio es la predicación de Moisés, que después de un largo discurso de despedida, subirá al monte Nebo para morir. La forma estilística de predicación se nota por el "tú" o el "vosotros" usados para dirigirse a los destinatarios y por la inserción regular de exhortaciones y advertencias que determinan el estilo característico de los sermones de aliento.

El cuerpo legislativo del libro del Deuteronomio (cc. 12-25) habría sido ampliado con un marco (cc. 6-10 y 26), que habría ofrecido una interpretación de este código. Más adelante, este marco, que envuelve el cuerpo legislativo, fue ampliado por dos discursos de introducción y otro de despedida. El capítulo 4, del que leemos hoy unos versículos de la parte final (4,32-34.39-40), se interpone entre el primero (1-3) y segundo discurso (5) como una glosa o un añadido. Esto da a entender que el libro, a base de añadidos e interpretaciones, fue aumentando su grosor hasta que hubo que poner fin, introduciendo la fórmula: "no añadirás nada y no sacarás nada" (4,2 y 13, 1)

Nuestro texto se crea en el momento en que el Deuteronomio se integra en el ambicioso proyecto de construir una gran historia que vaya desde la entrada a la tierra prometida hasta la caída del estado de Judá el 587 aC. Al final del exilio de Babilonia la obra deuteronomista es objeto de una nueva reelaboración. Esta vez había que valorar el mensaje teológico de la historia (el texto litúrgico empieza invitando a hacer un repaso por la historia desde la creación). El capítulo 4 parece formar parte de los textos que surgieron de aquella revisión. Unos nuevos lectores han comenzado a leer el Deuteronomio, unos lectores que han sufrido el exilio, han visto a tocar las imágenes de los dioses y no han hecho la experiencia ni del Sinaí ni del Éxodo.

A este Israel que ha sufrido el exilio se le invita a hacer una historia comparada de las religiones. Un paseo por el tiempo que vaya desde la creación del mundo hasta el momento que está viviendo. La finalidad es descubrir el carácter exclusivo de la relación de Dios con el pueblo de Israel. De entre las muchas naciones de la tierra, sólo la de Israel ha sido escogida por Dios y, a la vez, Israel debe reconocer que, de entre todos los dioses de la naciones, sólo Yahvé lo ha liberado de Egipto y ha permitido que continúe viviendo después de oír la voz de Dios que salía del fuego. La conciencia de la relación exclusiva de Israel con Dios irá ablandando el camino hacia el monoteísmo: el único Dios que existe es Yahvé y el origen de todos los males está en la idolatría (4,25b.27). A un pueblo único le corresponde un Dios único.

El uso frecuente de "hoy": "Reconoce hoy" (v.39); "Observa los ... mandamientos que hoy" (v. 40) muestra con insistencia la voluntad de actualización de la Ley. Este acento en el hoy muestra a los exiliados que la alianza no es una cuestión del pasado, sino que cada generación debe de aceptar y hacerse suya. La relectura del Deuteronomio representa para los exiliados recordar los términos de la alianza, insta a renovar el pacto y remite hacer memoria de los acontecimientos fundantes y constitutivos del pueblo de Israel: el Sinaí, la liberación de Egipto y todas las demás hazañas englobadas en la expresión "mano fuerte y brazo poderoso" (V.34), forma emblemática para referirse a toda la acción liberadora y salvadora de Dios para con su pueblo.
Este Dios que, a diferencia de los dioses de los otros pueblos, se abre hacia Israel para hablarle y liberarlo no puede estar lejos del Dios que se abre para reconocer a Jesús como Hijo y se da, en Espíritu, a la comunidad cristiana.

Festividad de la Santísima Trinidad. 31 de Mayo de 2015.

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