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El capítulo décimo del libro de los Hechos de los Apóstoles está dedicado íntegramente a describir el encuentro de Pedro con el centurión pagano Cornelio. La primera lectura de este 6º domingo de Pascua selecciona unos pocos versículos: llegada de Pedro en casa de Cornelio (vv.25-26); primeras palabras del discurso (vv.34-35) y la irrupción repentina del Espíritu (vv.44-48).
La parte más interesante de la lectura litúrgica es la dedicada a presentar la irrupción repentina del Espíritu. La llegada del Espíritu el día de Pentecostés se podía, más o menos, esperar, dado que Jesús había anunciado que "dentro de pocos días seréis bautizados con el Espíritu Santo" (Hch 1,5). En casa de Cornelio del Espíritu se presenta de sopetón, sin ser esperado, y lo hace cuando Pedro todavía está hablando. La irrupción del Espíritu interrumpe las palabras de Pedro. Recordemos que Pedro, a diferencia de Ac 4,8 no habla lleno del Espíritu Santo. ¿De qué está hablando Pedro? Dice que todos los profetas dan testimonio de que quien cree en Jesús obtiene el perdón de los pecados gracias a su nombre (10,43). Al estilo de Hch 2,36-38, lo que ahora correspondería es que Cornelio y los de su casa se arrepintieran de los pecados y se hicieran bautizar a fin de poder recibir el don del Espíritu Santo. El procedimiento normal de integración de un pagano a la comunidad cristiana consistía en que, en primer lugar, con el rito de circuncisión, se hiciera judío y a continuación recibiera el bautismo que conlleva el don del Espíritu. Aquí el Espíritu se da directamente, sin ningún condicionamiento previo, ni el de pertenecer a la comunidad judía ni el de haber recibido el bautismo para el perdón de los pecados.
La presencia de Jesús en casa de Cornelio presenta algunas similitudes con el descenso del Espíritu el día de Pentecostés, si bien con algún toque diferencial. Tanto es así, que se ha dicho que la llegada del Espíritu en casa de Cornelio es el Pentecostés de los paganos. En Jerusalén había judíos devotos de todas las naciones (2,5); aquí hay creyentes de origen judío que han venido con Pedro (10,45). Tanto unos como otros quedan sorprendidos, el día de Pentecostés se sorprenden los paganos, aquí se sorprenden los judíos. Tanto unos como otros oyen hablar varias leguas (señal identificador de la presencia del Espíritu) y hablar de las maravillas de Dios. (2,11; 10,46).
El don del Espíritu Santo es un bautizo. Lo dice el mismo Jesús: "Seréis bautizados con el Espíritu Santo" (Hch 1,5). Los que han recibido el Espíritu Santo han recibido también el perdón de los pecados. ¿Por qué Pedro manda que sean bautizados? (V.48). Fijémonos en que Pedro ya no habla de un bautismo para el perdón de los pecados como Ac 2,38. Se ha convencido definitivamente que Dios no hace distinción de personas (10,34). El Espíritu Santo ha desbaratado todos los condicionantes previos, las objeciones de los que podían poner trabas al bautismo (V47).
No es Pedro quien administra el bautismo. Es la comunidad judeocristiana que se abre y se integra a la nueva comunidad proveniente del paganismo (recordemos que Cornelio ha convocado familia y amigos 10,24) para formar solo una impregnada por la presencia del Espíritu. El bautismo que ordena Pedro no puede ser un bautismo para el perdón de los pecados porque, como hemos dicho, el don del Espíritu supone el perdón de los pecados. En este caso el bautismo será un gesto explícito, por el que se pone de manifiesto la entrada y la integración plena en la comunidad de los seguidores de Jesús.
Domingo 6º de Pascua
10 de Mayo de 2015

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